Síguenos en:
Columnistas | PUBLICADO EL 23 agosto 2019

San Bernardo

Por hernando uribe c., OCD*hernandouribe@une.net.co

El 20 de agosto celebramos la fiesta de San Bernardo (1090-1153), francés, de enorme importancia, pues era considerado ‘el árbitro de Europa’, y él se llamaba a sí mismo ‘la Quimera del siglo’. De una simpatía extraordinaria, fue consultado epistolarmente por personas tan ilustres como Hildegarda de Bingen (1098-1179) para que le diera el visto bueno a sus escritos y visiones. Ambos, doctores de la Iglesia Universal.

San Bernardo habló del amor en el sermón 83 sobre el Cantar de los Cantares con elocuencia avasalladora. “El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo”. Visión tan simple de la realidad merece la máxima atención. Que cada uno se pregunte cuánto ama para lo que puede y debe amar. La respuesta dará mucho que pensar.

Amor, silencio, soledad, tiempo, relación, son palabras que expresan realidades inmediatas que parecen evidentes, pero si nos preguntamos qué significan, nos quedamos perplejos. San Bernardo habla con mucha elocuencia del amor, sin preguntarse qué es amor, qué es amar.

San Juan de la Cruz dice que amor es unidad de dos. Ejemplos. Si mantengo mi casa limpia, ordenada y decorada, mis gestos indican que hago unidad con ella, es decir, que la amo. Si soy comprensivo, paciente, acogedor, generoso, servicial y solidario con una persona, mis gestos indican que hago unidad con ella, y por tanto, que la amo.

Con todo, el discurso de Bernardo sobre el amor es muy iluminador. “El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar”. Quien presenta el amor con tal grandeza y simplicidad lleva en su seno un tesoro que a todos nos encantaría conocer y disfrutar.

Para Bernardo, el amor establece correspondencia entre criatura y Creador, y por eso dice: “Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede devolverle algo semejante a lo que él le da”.

Según Bernardo, Dios es la fuente perenne del amor, y así, quien lo ama, corre a la par con un gigante, “compite en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol”. Viajo de continuo a mi corazón con el fin de encontrarme con la sorpresa inenarrable del amor. La lección de Bernardo que me ennoblecerá.

Si quiere más información:

.