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Por Rubén Darío Barrientos G. - opinion@elcolombiano.com.co
Dicen los que saben de la cosa política, que el apócrifo pastor Alfredo Saade, es “pior” que Eduardo Montealegre y “más pior” que Armando Benedetti. Es el flamante jefe de Gabinete de Petro, cargo plagiado de los sistemas parlamentarios. Con prontuarios por doquier, denuncias penales con hallazgos y uso irregular de recursos públicos, sus trinos son especies de carro bombas. Alejandro Gaviria, lo resume en X de esta manera: “Es un charlatán, un anti derechos que ha pedido, entre otras cosas, el cierre del Congreso y la intervención estatal de medios de comunicación. Es una amenaza que anuncia una intención antidemocrática y peligrosa”.
Presumiendo ser figura cimera nacional, Saade dio unas delirantes declaraciones al periódico El Espectador hace una semana, manifestando que “creo que al presidente Petro, el país debería tenerlo no menos de 20 años en el gobierno. Por eso hablo de repostulación. Es la manera de hacer una verdadera transformación, social, política y económica en la nación”. Estas afirmaciones, que hablan de Petro por 20 años anclado en la silla presidencial, son una insolencia, una impertinencia y una falta de respeto para con un país. Sin duda alguna, clasifican como libreto para ser dramatizado en Sábados Felices.
Pero no contento con lo anterior, suelta otro desvarío, a guisa de explicación pseudoacadémica: “La repostulación del presidente, no significa reelección; significa que el pueblo dirá si es reelecto o no”. ¿Entendió, amable lector? Yo lo veo como un trabalenguas para mensos. Y, como si la cosa no quedara allí, se viene con otra perorata: “El pueblo en marzo, tiene que ir a las urnas y llevar una papeleta. Lo tienen que hacer 15 o 20 millones de colombianos y decir que el presidente continúe y que exista una Constituyente”. Por supuesto, se encasilla como chanza o pésimo chiste.
Afirma Saade, que al presidente lo quiere matar la “Junta del narcotráfico” en alianza con la “extrema derecha”. Los adjetivos que le espetan los funcionarios del gobierno, no bajan de “lanzallamas”, o “kamikaze”. Tuvo en el proyecto del Pacto Histórico un infeliz papel, apenas marginal, pero esta vez coronó. Por su cercanía con el todopoderoso pastor brasileño José Satirio Dos Santos, lo tildan de pastor. Pero una certificación de la Asociación de Ministerios del Evangelio, ADME, fechada en 2024, dice —a título de bofetada — que no es ningún pastor. Puro pastorcito mentiroso, que se autoproclamó arteramente en Cúcuta como tal, en 1995.
Bajo tal engañifa, abonó el terreno para aspirar años después a la alcaldía en las elecciones de octubre de 2023, pero su candidatura fue un acto fallido. Le dio su espaldarazo a Petro, bajo estas frases: “El poder popular no se puede dormir, el poder popular debe movilizarse; es necesario que acompañemos al presidente Gustavo Petro”. La Silla Vacía, dice que es “una bomba de tiempo” y, hoy por hoy, es quien da más manivela con las versiones de que quieren matar al presidente, sin ninguna prueba. Es un camaleón político que vomita barbaridades y quien desde que llegó al cargo, convirtió el lugar palaciego en una danza de gritos, extralimitación de funciones y amenazas de despidos. Tiene razón Felipe Zuleta, cuando dice que “la degradación en la que ha caído el gobierno, no tiene antecedentes en la historia republicana de Colombia”. Nos llevó el chiras.