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Los lectores y cinéfilos aficionados a los relatos de espías y piratas satisficimos nuestras predilecciones temáticas en una sola mañana en que las tertulias de la radio le dedicaron horas a tratar sobre el caso inquietante del presunto espía ruso acusado de recibir plata del exerior para financiar las explosiones de protesta callejera y la causa perdida de la repatriación del famoso Tesoro Quimbaya. A John Le Carré y Georges Simenon y otros maestros de la intriga novelesca y fílmica, esos dos asuntos les aportarían ricos elementos narrativos, así como dejan una vez más en evidencia la fragilidad de la defensa del interés nacional.
Como sabemos, el Tesoro Quimbaya fue un regalo que resultó de la increíble longanimidad del entonces presidente Carlos Holguín. Por motivos que nunca se han especificado y que han sido objeto de chismes, conjeturas y especulaciones, el mandatario le hizo el inmenso obsequio a la regente española María Cristina de Habsburgo. Aquello sucedió en 1892, cuando se celebraba el cuarto centenario del Descubrimiento. Por más amigos que hubieran sido ambos protagonistas, por más cariño que hubiera musicalizado su relación, o por más compromisos binacionales que hubiera de por medio, una persona mesurada y sensata habría halagado a la dama con unas aretas finas u otra joya y se habría abstenido de abusar del poder y disponer de semejante colección de 122 poporos, cuentas de collar, cascos, pasadores, coronas, alfileres, recipientes, cascabeles, colgantes, instrumentos musicales, narigueras y orejeras. Todo eso lo desenterraron varios guaqueros entre Filandia y Quimbaya, hasta que fue adquirido por el gobierno.
El escritor e historiador Jaime Lopera Gutiérrez, presidente de la Academia de Historia del Quindío, nos habló el miércoles en la tertulia del Coloquio de los Libros sobre la campaña que ha liderado desde hace años para recuperar el Tesoro. Como buen quindiano, es testarudo y pese al enojo que le causó la carta arrogante del gobierno español, que se niega a devolverle el Tesoro a Colombia, no se darán por vencidos él y sus paisanos y no juzgan su empeño como una causa perdida. Felicitaciones.
Pero como se trata de Colombia, débil y pusilánime para hacer valer los intereses nacionales, cualquiera, incluso la venerada Madre Patria, tiene el descaro de apropiarse unos bienes que recibió de modo ilegal y abusivo. Los gobernantes de nuestro país, el actual y los anteriores, no han hecho nada por recobrar el Tesoro y han ignorado la orden de la Corte Constitucional de reclamarlo. Silencio medroso. Hipocresía diplomática. Todo el que quiera se aprovecha de Colombia para apalearla bien duro. Por eso se pierde terreno, o territorios insulares, como se perdió a Panamá. Y por eso aquí florecen las historias de espías y piratas y las de misterio, como sucede con los setenta mil millones que se esfumaron con el pretexto de la realidad virtual. Muy nuestro e inalienable sí es el tesoro de los errores y los disparates