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En época de crisis y en periodo electoral, necesariamente surgen propuestas relacionadas con la estructura orgánica del Estado, algunas, tendientes a fortalecer determinados órganos, otras, buscando su supresión o adelgazamiento, todas ellas presentadas como solución a la situación de crisis, bien sea estructural o coyuntural, surgida como consecuencia de la pandemia. Sea lo uno o lo otro, es menester tener en cuenta que muchas de esas propuestas surgen como formulas electorales con un gran contenido de populismo, es decir, con el propósito de atraer electores y no propiamente con la intención de introducir modificaciones a la estructura del Estado.
Razón tuvo el constituyente, al otorgar al Presidente de la República la iniciativa exclusiva para presentar al Congreso proyectos de ley orientados a determinar la estructura de la administración y en general del aparato estatal. También acertó la Carta, al asignar al legislador la facultad final de adoptar decisiones en ese sentido, por lo menos así se garantiza el debate abierto, en lugar de la improvisación de un ejecutivo que quiera poner a trabajar la imaginación en beneficio propio.
Corresponde al Presidente de la República tomar la iniciativa en esa materia, de manera que exista una apreciación integral de todo el aparato Estatal, incluyendo, si es del caso, las reformas al legislativo y a los órganos de control. Por ejemplo, no tiene ningún sentido proponer una rebaja en el número de congresistas o pasar de un modelo bicameral a uno unicameral, si no existe previamente un estudio a fondo sobre la incidencia que ello tendría en el marco del equilibrio de poderes y el manejo de las relaciones entre los órganos de poder. Un congreso unicameral o con un número menor de integrantes, puede originar algún alivio económico en el funcionamiento del Estado, pero en un sistema presidencialista como el nuestro, indudablemente acrecienta en forma peligrosa la preeminencia del Ejecutivo sobre el Legislativo, de manera que aquel prácticamente quedaría sin control político real. Además, también habría que pensar que, por disposición constitucional, los proyectos de ley en un sistema bicameral son susceptibles de mayor debate y análisis. Todo lo anterior para mostrar que no es tan simple proponer cualquier tipo de reforma aislada en una de las estructuras del Estado y que muchas de las iniciativas que se presentan en este sentido, tienen un alto contenido de mensaje populista, pues se muestran como alternativas de solución a los problemas originados por la pandemia, con el propósito de atraer votos ingenuos.
Es cierto que el país necesita reformas estructurales con el fin de agilizar los mecanismos de acción y reacción; sin embargo, no puede olvidarse que también existe una alta responsabilidad personal y social y que fenómenos recurrentes como la corrupción se han convertido en obstáculos que entorpecen la acción estatal. De nada sirve impulsar reformas aisladas, coyunturales, contradictorias y por fuera de la unidad orgánica de la Constitución Política, si el componente humano continúa presentando problemas de formación e integridad ciudadana