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La discusión sobre asuntos públicos produce, casi siempre, una fatiga razonable. Pero fatigarse, sobre todo en este momento, no es una posibilidad. Este es el momento en que todos debemos recordar que en la imperfección de la Democracia está su principal virtud.
Por Alejandro Noguera C. - alejandronoguerac@gmail.com
Por estos días termino de releer un libro único del autor español Javier Cercas: Anatomía de un instante, una obra catalogada por algunos como una “novela sin ficción”. El libro es una pieza en la que, interesado en explorar las fibras de un momento tan crítico para el sistema democrático español como lo fue el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, hace una disección impecable de todos los detalles asociados a una foto específica, un instante, tan trascendental para la historia de su país.
Casualmente, y con ocasión del lanzamiento de su más reciente libro, la semana pasada fue publicada una entrevista a Cercas, en la que expone sus pensamientos en relación con el momento político tan complejo que vive España, y sobre la contradicción que representa el hecho de que, ante la imposibilidad de establecer un consenso sobre el rumbo del Gobierno luego de las apretadas elecciones generales, el factor decisivo para desbloquear el asunto parezca estar hoy en manos de un prófugo secesionista.
En la entrevista, Cercas lanza una afirmación provocadora: “el totalitarismo (también) se lo debemos a los cobardes, al silencio”. Me remite a la impresión que siempre he tenido sobre los riesgos que representa no mantener activamente discusiones sobre temas políticos (no ideológicos) en todos los ámbitos de la educación, y a la preocupación que me genera el hecho de que se haya vuelto cada vez más difícil sostener una discusión política en cualquier espacio por la inmediata polarización que produce. Ante escenarios como los que estamos viviendo en nuestro país y en el mundo entero de gobiernos déspotas y caóticos que amenazan las raíces más básicas del sistema democrático, se requiere una apropiación plena por parte de todos los ciudadanos de lo que, como menciona Cercas haciendo referencia a los filósofos griegos, les es suyo: la ciudad, la polis, o lo que es lo mismo, la política.
Momentos de tan alta tensión hacen indispensable una movilización inequívoca de todos los actores con el fin de activar discusiones críticas que anulen un silencio favorable para quienes quieren instaurar regímenes totalitarios. En colegios y universidades, así como en el ámbito empresarial, vivimos un momento decisivo para abrir espacios de evaluación de los signos vitales de nuestro sistema democrático, del papel de cada una de las instituciones en él, del rol que debemos jugar todos en asegurar un sistema en el que prime siempre el imperio de la ley, y en el que no permitamos que, por el silencio cómodo en el que acostumbramos a vivir nos quedemos dormidos mirando hacia otro lado mientras algunos se dedican a utilizar para sí los instrumentos que son de todos.
La discusión sobre asuntos públicos produce, casi siempre, una fatiga razonable. Pero fatigarse, sobre todo en este momento, no es una posibilidad. Este es el momento en que todos debemos recordar que en la imperfección de la Democracia está su principal virtud, y que quedarnos en silencio sería el camino para construir el único modo de Democracia perfecta, que como bien dice Cercas, es la dictadura.