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Columnistas | PUBLICADO EL 09 noviembre 2020

Por qué debería hacerle frente al “mal” clima

Por Oliver Burkeman

El invierno está en camino. Aquí en Nueva York, donde vivo, y a través del noreste, podemos esperar algunos días perfectos de frío, aire despejado y nieve que brilla con el sol; pero las notas dominantes de la temporada probablemente sean lluvia, cielos nublados, vientos helados, una que otra tormenta ártica y más lluvia. Para quienes hemos dependido de la socialización afuera para mantener nuestra cordura este año, atesorando nuestras caminatas en el parque y nuestras conversaciones con distanciamiento social en las escaleras, el cambio en el clima se siente como la afrenta final. La pandemia continúa; la democracia parece tambalearse en un precipicio, y ahora ni siquiera podremos salir afuera, respirar aire fresco y ver a nuestros amigos y vecinos. ¿O lo haremos?

No tengo nuevas soluciones para la pandemia o la política, me temo, pero reciba esto de alguien que creció en el norte de Inglaterra: el clima terrible no significa que no puede socializar afuera.

Si algo como una lluvia torrencial impidiera que los británicos disfrutaran de un día en la playa o de una caminata por las colinas, no solo tendrían que quedarse adentro todo el invierno; también tendrían que hacerlo la mitad del verano. Y tal vez nunca hubiera conocido las alegrías de la barbacoa de Yorkshire, en la que a veces yo era el encargado de sostener un paraguas sobre la parrilla mientras mi padre atendía las salchichas y las hamburguesas, porque si se había planeado un asado, maldita sea, íbamos a tener un asado. Tampoco habría experimentado la emoción de montar una tienda de campaña por la noche, en lo alto de una colina de Lake District, y luego despertarme a la mañana siguiente con el impresionante espectáculo de... bueno, algo de niebla, para ser honesto. Aún así, ¡al menos no estaba lloviendo! O no lo suficiente como para detener el funcionamiento de la estufa de gas portátil.

Hay una alegría sardónica en esos momentos. Y luego está el gran beneficio secundario de todas las actividades al aire libre durante mal clima, completamente ausente de la variedad de buen tiempo: después de una experiencia vigorizante de viento o lluvia, puede entrar, calentarse, secarse y ponerse cómodo con una bebida caliente que hubiera tenido mucho menos atractivo si no hubiera estado congelado o empapado hasta la piel momentos antes.

El clima ha sido durante mucho tiempo un asunto de broma para los británicos, pero el problema subyacente aquí es serio: en este período de mayor aislamiento social, es esencial que sigamos interactuando en el mundo físico tanto como podamos, incluso si debemos hacerlo enmascarados y distanciados socialmente. Las ventajas psicológicas del tiempo que se pasa en la naturaleza son bien conocidas, y muchas investigaciones demuestran que la interacción en persona brinda beneficios que el tipo digital no puede.

Me doy cuenta de que para muchas personas, la fragilidad o la discapacidad hacen que la socialización invernal sea realmente difícil (y todos, por supuesto, debemos tener cuidado cuando hace hielo o durante tormentas eléctricas). Pero en un momento en el que es más importante que nunca mantener fuertes los lazos de la comunidad, sería trágico si aquellos de nosotros físicamente capaces de reunirnos con seguridad al aire libre dejáramos que el clima nos desanime o nos impida ayudar o acompañar a quienes es posible que no puedan hacerlo solos. Salir nos hará más felices; estaremos ayudando a las empresas locales; y resistiremos la tentación de pasar nuestro tiempo libre en el sofá.

Una amiga que conozco desde la escuela secundaria ha atesorado los recuerdos de sus padres preparando un suntuoso picnic justo cuando se abría el cielo, pero decidiendo dejar que los niños siguieran adelante y comieran de todos modos, en un caos de sánduches húmedos y risas histéricas. No creo que sea una coincidencia que el picnic que recuerda sea el que supuestamente fue arruinado por el clima. Cualquier otra cosa que nos depare este invierno, podríamos usarla para crear recuerdos igualmente divertidos y llenos de afecto, recordando siempre las palabras atribuidas popularmente al escritor y cartógrafo británico Alfred Wainwright: “No existe el mal tiempo, solo ropa inadecuada”

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