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La semana pasada, los alcaldes y gobernadores del país cumplían 100 días en sus cargos. 100 días vertiginosos, donde las prioridades cambiaron radicalmente en las últimas semanas para atender la pandemia del coronavirus. A pesar del alto obligatorio que hemos hecho, la vida sigue y las ciudades y sus ciudadanos requieren unos mínimos para subsistir; allí deben enfocarse las acciones y el presupuesto. Hay dos temas fundamentales al respecto que trataré hoy: primero, la seguridad alimentaria y la distribución de ayudas; segundo, la formulación de los Planes de Desarrollo.
En esta coyuntura se exacerba la vulnerabilidad de personas que necesitan ayudas que muchas veces no llegan. En la ciudad de Medellín hay al menos 62.000 hogares en condiciones de extrema vulnerabilidad que ya están identificados, y a los cuales hoy se suman muchos más, que deben recibir dichas ayudas porque su sustento diario está en la informalidad (que ya es otra tragedia). Valdría la pena revisar si esas ayudas pueden ser también económicas y no sólo en especie, con el fin de dinamizar las economías barriales. Finalmente, todos debemos estar vigilantes, pues medios de comunicación y organismos de control han denunciado corrupción en la contratación de esas ayudas en algunos municipios del país: precios inflados y contrataciones a dedo son apenas dos ejemplos del descaro de algunos en el marco de esta crisis.
Por otro lado, los gobiernos locales enfrentan el reto de planear en tiempos inciertos. Pero repito: existen muchas herramientas que son útiles en el contexto actual, como el reciente informe de Medellín Cómo Vamos, entidad seria e independiente, sobre el anteproyecto del Plan de Desarrollo de Medellín. Dice textualmente: “los resultados del análisis del anteproyecto, antes de la crisis, nos muestran que, infortunadamente, este no integra una metodología coherente entre la priorización de problemas a intervenir, la construcción de diagnósticos sólidos que construyan problemas públicos a resolver, los objetivos de los componentes y los instrumentos programáticos de intervención. El anteproyecto es débil en todos sus componentes, con diagnósticos superficiales, objetivos mal planteados y desconexión entre problemas, propósitos de los componentes, programas, indicadores y presupuesto.”
Siendo propositivos, este análisis debe ser un insumo para la acción. Tomarlo para mejorar la hoja de ruta que es clave en los siguientes cuatro años. En circunstancias normales, el anteproyecto se estaría discutiendo con las comunidades y el Concejo, pero por razones obvias ese no es el caso. Propongo que se amplíe el plazo de aprobación de todos los Planes de Desarrollo de los municipios del país que por norma sería el 31 de mayo. Es necesario tener la mayor cantidad de datos posible para tomar decisiones informadas acerca de los efectos del Covid-19 y replantear la orientación de los recursos y las metas de acuerdo con esta nueva realidad.
Toda acción en lo público parte de un diagnóstico de la realidad y, ante la crisis, todas las líneas de base se alteran, pues como consecuencia de esta parálisis en la economía tendremos más desempleo, más pobreza, más hambre. Las prioridades deben concentrarse en las familias más vulnerables, garantizar la seguridad alimentaria y reactivar la economía con todos los sectores. Y por supuesto, asegurar mejores condiciones laborales para los trabajadores de la salud. Es una deuda urgente que tenemos con todos estos héroes y heroínas que han salvado vidas, poniendo en riesgo las suyas.
Que esta sea una oportunidad más para demostrar que en los momentos más duros, estar unidos y ser solidarios nos ha llevado a superar las más grandes adversidades. Y esta no será la excepción.