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Este año estará marcado por un intenso calendario electoral a nivel global. Cerca de 2 billones de personas, aproximadamente la mitad de todas las personas adultas en el planeta, incluidos 8 de los 10 países más poblados del mundo, acudirán a las urnas este año. La intensa agenda electoral que se llevará a cabo durante los próximos 12 meses en diferentes latitudes, incluyendo las elecciones presidenciales en Estados Unidos, será uno de los principales factores que marcarán el rumbo económico y político de 2024. Adicionalmente, hay una serie de factores en el ámbito macroeconómico y geopolítico que estarán presentes en la agenda 2024 que también influenciarán directamente las decisiones políticas y económicas a lo largo del próximo año.
En el plano macroeconómico, se espera una desaceleración o incluso un leve decrecimiento de la economía estadounidense, como resultado de una política monetaria contractiva que inició en marzo de 2022 y que coincidió con la reducción y eliminación de incentivos económicos que se introdujeron a raíz de la pandemia del COVID-19. El comportamiento de la economía americana tendrá repercusiones globales, en especial en las economías de la región. Sin embargo, si se materializa la expectativa de que el ciclo alcista de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal ha concluido, y si la inflación continúa cediendo como en los últimos meses, es posible que hacia mediados de año se empiecen a hacer recortes en las tasas de interés, estimulando nuevamente el consumo y la compra de vivienda, que ha sido uno de los sectores más golpeados en los últimos meses. A nivel global, las expectativas son de un crecimiento económico modesto en 2024, por debajo del 3 por ciento, consecuencia de altas tasas de interés en casi todo el mundo, menor actividad comercial y una disminución en la confianza empresarial y de los consumidores.
En el ámbito geopolítico, cuatro áreas anticipan un panorama incierto y complejo en 2024. En primer lugar, las crecientes tensiones comerciales con China, derivadas de políticas industriales para contrarrestar su dominio en sectores clave como la producción de tecnologías limpias y el procesamiento de minerales críticos, que generarán fricciones adicionales, especialmente con Estados Unidos. Estas disputas podrían tener consecuencias a nivel global, afectando cadenas logísticas, los mercados de bienes, el comercio internacional y la estabilidad económica en general. En segundo lugar, la persistencia del conflicto entre Rusia y Ucrania incrementa la inestabilidad geopolítica, que no solo tendrá consecuencias humanitarias significativas, sino que puede tener mayores repercusiones en las relaciones internacionales y la seguridad energética global. Por último, la región del Medio Oriente, históricamente conflictiva, aumentará la incertidumbre en 2024 debido a la prolongación del conflicto entre Israel y el grupo terrorista Hamás, con consecuencias políticas y militares a nivel regional y posibles afectaciones al suministro de energía a nivel global.
En resumen, todos estos elementos apuntan hacia un panorama global caracterizado por alta incertidumbre política y diversos riesgos para la economía mundial. Por lo tanto, es importante que gobiernos y sector privado estén preparados para enfrentar estos desafíos con acciones y políticas públicas ágiles que ayuden a proteger las economías locales.
*Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York.
