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Hace 29 años, Britney Spears era una muchacha humilde de Luisiana que cantaba en el coro de la iglesia de su pueblo. Tenía 11 años. Conmovido por la belleza de su voz, un agente consiguió que le dieran un papel en el Club de Mickey Mouse. Seis años más tarde, ella estrenó su primer álbum y se convirtió en la estrella pop más joven de Estados Unidos. Vendía sus discos por millones, ganó el premio Grammy y fue la primera artista de su edad en conseguir una estrella en el hall de la fama en Hollywood.
Entonces la industria de la música la convirtió en una especie de diosa adolescente. Los periódicos la llamaban la princesa del pop.
Pero en 2007, todo cambió. Su vida y su fama se desmoronaron cuando apenas tenía 25 años. Los fotógrafos de las revistas de farándula la sorprendieron en una peluquería rapándose la cabeza. Por esos días, Britney atravesaba una profunda crisis nerviosa que la había obligado a internarse en un hospital psiquiátrico. Esta fue causada por el rompimiento de su matrimonio, su divorcio y la guerra que libraba entonces con su exmarido por la custodia de sus dos hijos.
“Ella entró y me pidió que la rapase. Me dijo que quería afeitarse el pelo porque estaba cansada de que todo el mundo se lo tocara Me dijo: simplemente no quiero que nadie toque mi cabeza, estoy harta... Yo, por supuesto, traté de disuadirla. Le dije que quizá estaba atravesando un mal momento, que lo pensara dos veces", dijo la peluquera en una entrevista. Pero Britney tomó la máquina afeitadora y lo hizo ella misma.
Britney Spears había ingresado tres días antes en una clínica psiquiátrica donde le diagnosticaron trastorno bipolar y había huido sin ser dada de alta por los médicos. Luego se internó voluntariamente en una clínica especializada en alcoholismo y drogadicción. Al día siguiente la abandonó. Esta vez se dirigió a la casa de su exesposo para intentar ver a sus hijos. Frustrada por no lograrlo, tomó un paraguas y la emprendió a golpes contra el coche de uno de los fotógrafos que habían registrado el episodio.
Lo que siguió para ella fue un calvario: fue seguida por los fotógrafos en forma despiadada a donde iba. Se cuentan por miles las fotos de ella en las revistas retratada llorando, abrazada a sus hijos, después de perder su custodia; entrando o saliendo de clínicas psiquiátricas; bajando de un auto sin ropa interior bajo su falda; bebiendo champaña en forma desenfrenada... La princesa adolescente convertida en una mujerzuela.
En medio de los escándalos, en 2008 su padre acudió a los tribunales para solicitar una tutela legal sobre los bienes y los contratos de su hija alegando que ella no estaba en capacidad de tomar decisiones responsables sobre su propia vida. Ella siguió cantando. La tutela se mantuvo durante 12 años a pesar de las protestas de sus fans que repetían consignas en las calles diciendo: “Liberen a Britney”, “Britney, perdónanos...”
Hoy, el nombre de la cantante ha vuelto a los titulares. El motivo es un juicio adelantado en la Corte Superior de Los Ángeles por la tutela legal. También, un documental publicado por The New York Times que trata de hacer justicia con ella y recuperar la verdad de su vida.
Su vida, pues, ha vuelto a ser contada, esta vez sin afán de hacer dinero asaltando su intimidad. “Todos querían un pedazo de Britney. Los medios pagaban mucho dinero” dijo ―pidiendo perdón― Daniel Ramos, uno de los paparazzi que se aprovechó de ella.
“Recuerden, no importa lo que creamos saber sobre la vida de una persona”, contestó Britney Spears. “No es nada comparado con la persona real que vive detrás del lente de la cámara”