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Sí, el clima cambia. Y sí, somos más de 8.000 millones de personas y claro que desde la revolución industrial y el descubrimiento de la penicilina estamos dejando nuestra huella, pero no hace falta volverse locos.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
Cuanto más caemos en el mundo del click facilón, de los chismes divulgados por inteligencias artificiales con fuentes desconocidas y del histerismo, más nos alejamos de la realidad y de la verdad. Lo digo sentado mientras contemplo un pinar trufado de chicharras que estridulan sin cesar en una letanía somnolienta frente al Mediterráneo, en los que son mis últimos días de vacaciones estivales. Aquí, en estas costas cálidas, debía de haber caído una tormenta de proporciones apocalípticas, según los meteorólogos, en otro signo evidente del cambio climático. Sin embargo, el planeta está tan loco que no cayó ni una gota. Y es que, al parecer, estamos convirtiendo lo habitual en excepcional por aquello del espectáculo climatológico del que viven y muy bien muchos charlatanes.
Y lo habitual es que, después de un verano cálido, en el Mediterráneo se formen tormentas intensas, denominadas “gota fría” por la condensación de agua del mar, por encima de los 25 grados después de todo el estío. Habitualmente estas tormentas avanzan hacia el interior de España y llegan hasta el centro, descargando con virulencia y causando estragos.
Pues bien, según la agencia de meteorología española el pasado domingo estas tormentas iban a inundar Madrid y a convertir el Paseo de la Castellana en el Amazonas. Se emitieron alertas que llegaron a todos los móviles de cuantos se encontraban en Madrid, en español y en inglés, por si alguien parlotea solo la lengua de Shakespeare. “Alerta de Protección Civil... Debido al riesgo extremo de tormentas... No utilice el vehículo si no es estrictamente necesario y permanezca en su domicilio...”, rezaba el aviso apocalíptico. Tal parecía que iba a caer un meteorito y que la Humanidad corría el riesgo de ser aniquilada, pero no. No cayó una gota tampoco. ¿Fallo de los meteorólogos? Elemental, querido Watson. Pero también del mundo paranoico en el que vivimos y en el que todo nos aterra en nuestro afán por conseguir la inmortalidad.
Sí, el clima cambia. Y sí, somos más de 8.000 millones de personas y claro que desde la revolución industrial y el descubrimiento de la penicilina estamos dejando nuestra huella, pero no hace falta volverse locos. Ayer mismo vi un inglés apagar una colilla de su cigarrillo en la arena de la playa y enterrarla en la creencia de que la propia arena y el paso del tiempo la desintegraría. Eso, o es que era un puerco, que también puede ser. Pero no por ello me abalancé sobre él para culparle por el deshielo en el Ártico y el impacto del “Niño” y de la “Niña”.
Leo que en India han caído hasta 61.000 rayos el pasado sábado en un margen de apenas dos horas en el estado de Odisha, lo que ha provocado la muerte de doce personas por el momento. Además, catorce personas resultaron heridas por la histórica tormenta del país. La “fusión” de varios ciclones sobre el Golfo de Bengala ha generado lluvias generalizadas en todo el estado e intensas tormentas eléctricas. Los ciclones extremos seguirán asolando el Golfo de Bengala hasta el próximo 7 de septiembre, tal y como indica el Departamento de Meteorología de la India. Ya hay quien lo atribuye a la superpoblación de la India, que está a punto de pasar a China como país con más almas de la Tierra. Sin embargo, estas inusuales actividades de rayos ocurren cuando el monzón estacional vuelve a la normalidad tras una larga pausa y, claro, a más seres humanos, más devastación y tragedia por unos fenómenos que son periódicos.
No nos dejemos arrastrar por el sensacionalismo climatológico o acabaremos gritando como locos porque nieva en enero en los Alpes suizos.