Pico y Placa Medellín
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La logística, impecable. Los organizadores calcularon en 6 mil la multitud. En asistencia, ellas golearon 5-0 al fugaz masculino. Buses de todos los barrios y municipios.
Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com
Desde que cubrí las campañas políticas de López Michelsen, Turbay Ayala y Belisario, no aparecía en mitines políticos. En la mañana del sábado 8 de noviembre salí a estirar estas octogenarias carnitas y me topé con “un genterío de gente”. Era un acto con el precandidato del Centro Democrático Miguel Uribe Londoño. El pato-reportero que me habita se coló en el ensordecedor City Hall, una especie de Guantánamo para toda clase de espectáculos enquistado en predios del Club El Rodeo.
De entrada me pusieron una manija con este rótulo: Miguel Uribe. Y me encimaron una contraseña para reclamar el refrigerio. No alcanzaron las gorras amarillas para tantas cabezas.
La logística, impecable. Los organizadores calcularon en 6 mil la multitud. En asistencia, ellas golearon 5-0 al fugaz masculino. Buses de todos los barrios y municipios. Menos mal no me tocó pagar la cuenta.
La presentadora, Verónica Arango, se encargó de alebrestar a las masas para recibir a Uribe y señora Delia Jaramillo Hoyos, de Chinchiná, Caldas. Verónica imploró a los oradores ser breves como suspiro de monja.
Abrió plaza la exseñorita Antioquia, Laura Gallego, quien tuvo que renunciar al reinado por hacer preguntas inocentes (¿) como esta: “¿A quién le dispararía usted si estuviera en el desierto con una pistola y una sola bala: Al presidente Petro o a Daniel Quintero?”. Curiosa forma de ejercer la belleza. Concluida su intervención, Laura tomó asiento de nuevo al lado de papá Miguel, como le decían al precandidato.
El apellido qué más se escuchó en la velada fue, obviamente, el de Uribe: sobre todo el de su ventrílocuo político, Álvaro Uribe Vélez. Álvaro locuta, causa finita en el Centro Democrático. Por él está papá Miguel de precandidato. (Dos días después, su propuesta de definir a través de varias encuestas al candidato del CD les dañaría el maquillaje y el pedicure a sus colegas Cabal, Valencia y Holguín).
Celulares encendidos recibieron a papá Miguel, un frío economista que no se permitió ninguna licencia poética. Fue el grano y declaró la seguridad como la joya de la corona de su ideario. Graduó al presidente Petro de responsable político del asesinato de su hijo, cuyas banderas recogió. Se gastó parte de su arsenal de elogios en el presidente Uribe a pesar de que lo sacó del bostezo de la hamaca. Uribe le cambió el rostro a Colombia, dijo mientras la galería iba quedando huérfana de glúteos.
Habló de sus dotes de empresario como anzuelo para que voten por él. Que no falte la coba para sus paisanos: Si Antioquia resiste, Colombia se salva. Abogó por un país que vuelva a vivir sin miedo. Y ojo, pueblo: es de los que no negocian principios. “Esa ha sido mi regla”, aclaró. La manifestación se disolvió pacíficamente, informó la policía. Y yo recordé mi prontuario de reportero político.