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El nonagenario que llegó de Fredonia

Tu mano izquierda ignora en qué anda la derecha. Compartes a manos llenas lo que sabes y lo que tienes. Difícil encontrar a una persona más informada que tú.

hace 8 horas
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  • El nonagenario que llegó de Fredonia

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

A unos les da por tirar piedra pero a mí me dio por coleccionar nonagenarios familiares y/o amigos. Ingresa al exclusivo club Gabriel Duque Correa, a quien le escribí unas líneas:

Felicitaciones “por ser vos quien sois” a tus primeros noventa y dos años que cumpliste el cinco de julio. Cumples el mismo día que “el mínimo y dulce” Francisco de Asís.

Tuviste en Marion Mildenberg, la bella, ya fallecida, la mujer de tus insomnios. En asuntos amorosos, la serendipia se da cuando cuatro ojos que no se buscan, se encuentran. El casamentero azar los juntó en el aeropuerto Olaya Herrera. Fue tal la empatía que ese día casi le ponen fecha al matrimonio. Lo impidió tu suegro que envió a su hija a Alemania a hacer un cursillo de ama de casa porque no sabía pegar un botón. La palabreja en alemán para esos estudios es HAUSWIRTSCHAFTSLEHRE (casa, economía, aprendizaje). Cuando finalmente los unió la epístola de Pablo tu joven esposa no quedaba embarazada. Dejaste de volar y llovieron cuatro petacones que lo hicieron cinco veces abuelos.

Al momento del encuentro tenías la medalla de héroe otorgada por el gobierno de Estados Unidos por haber evitado una tragedia estrellando en el desierto el avión F-84 Thunderjet que piloteabas. El 23 de junio de 1956 el diario Intermedio – nombre de El Tiempo bajo la dictadura de Rojas- dio la noticia en primera página: “Un aviador colombiano se salvó de la muerte arrojándose en paracaídas de un avión a chorro que se le averió en pleno vuelo”.

Como piloto de la FAC llevabas a mi general Rojas Pinilla a su refugio en Melgar. Su esposa, doña Carola Correa, paisa como tú, te decía “pariente”.

A lo largo de tu travesía has conjugado verbos altruistas como servir, amar, crear empresas y generar empleo en el campo de los aceites y las margarinas.

Tu mano izquierda ignora en qué anda la derecha. Compartes a manos llenas lo que sabes y lo que tienes. Difícil encontrar a una persona más informada que tú.

Convertiste la amistad en tic. Conversador de cinco estrellas y conservador moderado en tu ideología, nunca te graduaste de sectario. Has discrepado creativamente. Te has sentido a gusto con los de arriba y con los de abajo.

Te ganaste el rótulo de “bon vivant” de Fredonia, el terruño donde naciste de un tsunami de amor entre don Eléazar, mi suegro, y su primera esposa, Clara Correa. Con tus aviones hacías vuelos rasantes sobre Fredonia. “Ahí va el hijo de don Eleázar”, decían orgullosos los parroquianos.

Practicas la enseñanza de Horacio: Carpe diem, y disfrutas cada segundo como si fuera el primero. Has regalado el pescado y has enseñado a pescar. No viniste a calentar la banca. Desde el Everest de tu edad, sigues sobregirado de vida.

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