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La masacre de cinco menores de edad en Cali, y luego la de nueve jóvenes en Samaniego, Nariño, son hechos atroces que hacen que comencemos a repensar Colombia, repensarla para decir que hemos estado retrocediendo, que ya no son solo los líderes sociales quienes están en riesgo sino también nosotros, los jóvenes, los niños que salen a jugar a la calle en su tiempo libre como única manera de desestresarse de esta pandemia que vivimos.
Ahora ya no solo nos toca convivir con un virus que nos arrebata la vida de la noche a la mañana, también volvió el miedo, no al del covid 19, sino a un rebrote de una nueva oleada de masacres, que nos pinta el panorama tan parecido como los últimos años del siglo pasado. Cada día es otro hecho tormentoso que nos hace salir a redes a decir lo inconforme que estamos con la seguridad, con la desprotección de la vida en Colombia. De allí surge entonces la pregunta, ¿qué está haciendo el Estado para preservar nuestros derechos?, porque en dos años de gobierno las masacres han aumentado en un 30 %. Ya no podemos vivir de trinos que nos aseguran una calidad de vida, estamos llegando a un pico, pero no solo al pico del coronavirus sino al del derrame de sangre en cada parte del país.
Ojalá solo nos tuviéramos que preocupar por cuidarnos de la pandemia, por salir a la calle con tapabocas y lavarnos las manos, pero además de eso, existe el temor y el pensamiento de qué otra cosa irá a ocurrir, qué otro hecho atroz tendremos que presenciar y, sobre todo, ¿quiénes serán las próximas víctimas?.