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Columnistas | PUBLICADO EL 02 noviembre 2019

Oír

Por JULIÁN POSADAprimiziasuper@hotmail.com

Hace ya una semana que elegimos alcalde y gobernador, voté por dos de los perdedores y no me arrepiento, perdí, pero eso no me impide desear que a los electos les vaya bien, y antes que prejuzgar prefiero dar un compás de espera al nuevo alcalde, su éxito será el nuestro y de su buen desempeño dependemos como ciudad, sus primeras declaraciones, mesuradas y sensatas me hacen ser optimista. Interesante lo sucedido, y aunque el país retrógrado sigue sentado ahí, creo que la posibilidad de construir teorías alrededor del cambio político y el futuro de su quehacer y sus práctica es bien interesante, el domingo, más allá de lo obvio, se dio (tomó prestadas palabras del chileno Carlos Peña) el encuentro de un arcoíris de sensibilidades culturales, que no solo desean bienestar material, sino también el cultivo de valores no materiales, ante unos partidos que ya no conducen y son impotentes.

Perdió la madre de Ramos, que anticipándose a los resultados, declaró el sábado en sus redes sociales que Medellín tenía nuevo alcalde, confiada en encuestas y el viejo poder electoral de su esposo, la traicionó el deseo. Perdió Fico, desoyó a sus electores y en cambio escuchó los cantos de sirena de su vanidad y ego, olvidó que bajo el disfraz de independiente, fue electo con una diferencia de apena diez mil votos por muchos que creímos en su proyecto político. Cuatro años más tarde, el alcalde traicionó a sus electores y dispuso intrigas, recursos humanos y maquinaria para hacer elegir al menos carismático de los candidatos, creyeron él y sus asesores que los ciudadanos somos ingenuos, que su popularidad (de oropel) era endosable y que su camino al Ministerio de Defensa podía pasar por traicionar el apoyo que el CD le pedía para Ramos y que hoy abiertamente le reclama. Acaban de comprobar él y sus áulicos que el camino a Palacio será largo y que aún le queda por demostrar a las élites bogotanas su verdadero poder local. Quedó claro que hay en Medellín un electorado urbano al que no le basta con que le señalen nombres, que por llamarse como el padre puede que a uno lo reconozcan, pero eso no significa que lo elijan, que tareas no es programa y que hay una sociedad joven con posturas críticas y sin doctrinas partidarias, alejada de polarizaciones y dispuesta a salir a votar sin aparentes temores inoculados.

Quiero creer que ganamos todos, ganamos la posibilidad de construir una sociedad más moderna y justa, con mayor movilidad social, una en la que deje de importar ser el hijo de ... o estar recomendado por ... una en la que como dijo la esposa de Sebastián Piñera en ese despreciable audio que se propagó por redes “disminuyamos nuestros privilegios y compartamos con los demás”, una en la que los poderosos empiecen por fin a escuchar al otro. Lo que Quintero sueña es una ciudad para el futuro, es hora de repensar la que Fajardo formuló hace 20 años. Oigamos, evaluemos y si es necesario controlemos democráticamente otras ideas y discursos, miremos objetivamente lo que hemos dejado de hacer, así evitaremos que esto estalle.

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