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¡Qué dolor! Definitivamente todo lo que pasa en este país con los niños es doloroso en demasía.
Las cifras demuestran el gusto que hay en esta sociedad por el maltrato a los niños. Según el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en el primer semestre del año, 11.974 menores de edad y adolescentes fueron víctimas de algún tipo de violencia. Eso equivale más o menos a la población de municipios como Venecia, Titiribí, Santo Domingo o Jericó. En otras palabras, es como si en el primer semestre del año hubieran violentado a cada uno de los habitantes de cualquiera de estos lugares.
Esos 11.974 casos incluyen 2.960 más que en 2021, un crecimiento del 33 %. De esos registros, los asociados a violencia sexual crecieron 85%. Si estuviéramos hablando de negocios esas cifras serían una maravilla... pero no, aquí el crecimiento es de dolor.
El Icbf anota que los tipos de violencia contra niños, niñas y adolescentes se expresan a través del contacto físico, el abuso sexual, el impacto psicológico o el trato negligente. Al revisar la lista de comportamientos que configuran estos tipos de violencia es doloroso saber en su mayoría hacen parte de la cotidianidad. Ahí es donde más de uno justifica las cachetaditas, nalgadas, pellizcos, pisones, empujones, zarandeos, coscorrones, jaladas de pelo, de orejas o esos golpes de autoridad con correas, pantuflas, cables, duchazos de agua fría, humillaciones, aislamientos, en fin.
Muy complicado cuando se cree que así se les forja el carácter a los “culicagados”. ¿Qué podemos esperar de una sociedad donde 3 de cada 10 adultos piensa que un castigo físico es necesario para criar o educar a los niños? De ahí a la muerte hay pasos cortos.
En los últimos días, en medio del montón de casos de abuso a los niños, dos llamaron la atención. ¡Toca que los medios de comunicación registren estas noticias para develar la magnitud del problema! El primer caso, en Antioquia. Maximiliano Tabares fue asesinado presuntamente por el desvarío de sus familiares envueltos en ritos satánicos. El segundo, en Ciudad Bolívar. Allí encontraron el cuerpo de un recién nacido en una bolsa de basura. Dos casos absurdos, que hacen parte de una escalofriante estadística: más de 420 niños muertos violentamente este año. Esto es un claro ejemplo de familias disfuncionales donde los niños pagaron con sus vidas.
Algo está mal, muy mal.
En un país con profundas heridas, que raya en la esquizofrenia, en el que las emociones son usadas para matar a otros, los niños están condenados a llevar una espada de Damocles sobre sus cabezas. Cada vez que hay un acto de maltrato infantil esa espada cae sin piedad, dejando marcas indelebles en la salud mental y física de los pequeños, marcas que perdurarán toda la vida y retrasarán el desarrollo de una sociedad a la que pareciera que le quedó grande la protección y garantía del futuro de los niños