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Ante la deserción, viene el riesgo de reclutamiento en combos delincuenciales, riesgo de explotación laboral y mayor riesgo de ser víctimas de explotación sexual.
Por Natalia Zuluaga Rivera - nataliaprocentro@gmail.com
¿Jesús, que grado de escolaridad tiene? “No abogada, yo solo estudié hasta séptimo de primaria. De ahí salí a conseguir chamba pa’ ayudarle a los cuchos y bueno... encontré una oportunidad de campanero en el combo y acá estoy”.
Esta es la respuesta que recibo de la mayoría de jóvenes vinculados a procesos penales por delitos de concierto para delinquir, tráfico de estupefacientes, hurto, extorsión, secuestro y homicidio, entro otros. Hay un común denominador: han desertado del sistema educativo a temprana edad y no han culminado sus estudios de bachillerato. Por lo general, son jóvenes que abandonan el colegio en el grado séptimo y no tienen ninguna aspiración de realizar estudios universitarios. Para ellos lo más importante es poder trabajar en algo que les genere ingresos rápido y llevar comida a sus casas. Para el año 2023 se registró una tasa de deserción escolar de 4,9%, la más alta de los últimos 12 años en Medellín. En este momento hay 26.000 niños de la ciudad que no han registrado matrícula para ingresar a alguna de las sedes educativas públicas. Según hallazgos arrojados en el empalme, alrededor de 12.000 niños y jóvenes desertaron de los colegios en los 2 últimos años; así lo confirmó el secretario de Educación Luis Guillermo Patiño. Ante la deserción, viene el riesgo de reclutamiento en combos delincuenciales, riesgo de explotación laboral y mayor riesgo de ser víctimas de explotación sexual.
A este grave problema de deserción escolar, se suman daños de infraestructura que aún presentan más de 200 sedes educativas (con techos caídos, baños, salones y espacios inviables); de los 223 colegios que tenían que ser intervenidos en 2023 con las vigencias futuras aprobadas por el anterior Concejo ($182.000 millones) solo repararon 9 sedes educativas; ni hablar de la baja calidad educativa reflejada en los resultados de las pruebas Saber 11, donde más de la mitad de los colegios públicos de Medellín están en la categoría de más bajos puntajes, lo que estaría aumentando brechas educativas y sociales. La nueva Secretaría de Educación tiene un reto inmenso: volver a priorizar la educación de niños, niñas y jóvenes. No podemos permitir que nuestros estudiantes se sigan enfrentando al azar de que el techo de su salón se les caiga encima, no podemos exigir buenos resultados académicos si ni siquiera contamos con sedes educativas en buen estado. Recuerden que las aulas de clase son esos lugares para imaginar el mundo, son laboratorios y espacios diseñados para el pensamiento y, al mismo tiempo, son nuestros hogares; en las aulas de clase reconocemos nuestros talentos y potencialidades y, si no me siento seguro en mi salón, difícilmente podré tener pensamientos extraordinarios y buenos resultados en las pruebas. Hace poco escuchaba en una reunión: “Los niños que pasan por Buen Comienzo no están vinculados al delito”. Esto confirma la trascendencia que tiene la vinculación oportuna al sistema educativo de nuestros niños. Esa formación que reciben los niños en la primera infancia es determinante para el desarrollo cognitivo e integral en los adultos que veremos en el futuro. La educación ha sido el gran impulso que ha sostenido la transformación social y económica de Medellín. Hagamos que esta ciudad vuelva a lograr esa transformación que tuvimos en 2010, a pesar de haber sido en los 90’ una ciudad inviable.
PD: Jóvenes, así se demoren 15 o 39 semestres, ¡vayan a las aulas! ¡salgan a estudiar!.