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Una violencia no se negocia, por esta razón es responsabilidad de los observadores rodear a quien está siendo agredido y activar las rutas legales necesarias que aseguren la dignidad y la vida.
Por Juan Carlos Ramírez - opinion@elcolombiano.com.co
No existen violencias basadas en género buenas o malas, todas sus formas deberán ser rechazadas y no se podrán justificar por más eufemismos que decidamos ponerle.
Hace poco estuve visitando a familiares en la Comuna Trece de Medellín, lugar donde crecí y donde atesoro los recuerdos más contradictorios de mi juventud, porque pasan de la admiración profunda por los líderes y lideresas que de forma valiente impulsaron a sus comunidades, a las dolorosas imágenes, durante la Operación Orión, donde perdí amigos a causa del conflicto armado. Esta sensación es constante durante mis visitas y me ayuda a estar atento a los detalles violentos, que sospecho se pasan por alto bajo el eufemismo de una violencia menos terrible.
Entrada la madrugada escuché una discusión que se fue acalorando en la casa contigua, motivado por el alcohol y el profundo irrespeto a la vida: un hombre agredía de forma verbal y física a una mujer, que por lo que podía entender, era su pareja sentimental. Rodeado de otras personas, este hombre justificaba su actuar bajo la frase: “no me jodan que estoy endemoniado”.
Ante tal despropósito, no pude dejar de pensar en esta mujer y todas las demás que son violentadas bajo pretextos absurdos, como que quien agrede está invadido por fuerzas desconocidas que lo imposibilitan para la vida y solo le permiten acabar con el cuerpo de quien presupone como su propiedad. Lejos de ser un asunto paranormal o inexplicable, estos actos se camuflan en contextos históricamente violentos como hechos menos graves y en cierta medida justificables cuando los que están en la confrontación son parejas sentimentales. Según cifras de la Personería Distrital de Medellín, a corte del mes de julio del 2023, se han registrado 14 homicidios de mujeres, de los cuales solo 10 han sido tipificados como presuntos feminicidios. Estas lamentables cifras probablemente cuenten con subregistros no documentados, que aumentarían la cantidad de mujeres que a diario son víctimas de agresiones físicas y verbales. No menos grave, son víctimas de violencias de tipo relacional y de dependencia económica, que en muchas ocasiones imposibilitan a la mujer abandonar al abusador, inclusive llevándola a justificar algunos de sus actos.
Ya en la mañana los equipos de sonido se silenciaron y la mujer fue acompañada por un grupo de personas a un lugar seguro. Lo que no se silenció fue la frase de aquel hombre, “no me jodan que estoy endemoniado”, que me retumbaba como un argumento al que se podría apelar para justificar una emoción cuando nos desborda y así trasladarle la responsabilidad de nuestros actos a fenómenos metafísicos o fortuitos, como si nuestras decisiones se comportaran como veletas que van a la deriva en un mar de probabilidades. Contrario a esto, comportamientos homofóbicos, xenofóbicos y de agresión a grupos particulares, dice la filósofa Martha Nussbaum, se tramitan desde un ámbito cognitivo y bajo la mirada de las emociones políticas, esto quiere decir que quien ejerce la violencia contra una mujer es consciente de sus actos en la medida que no ignora la existencia del otro en su dimensión pública.
Será fundamental entender que una violencia no se negocia, por esta razón es responsabilidad de los observadores rodear a quien está siendo agredido y activar las rutas legales necesarias que aseguren la dignidad y la vida. No existen violencias basadas en género buenas o malas, todas sus formas deberán ser rechazadas y no se podrán justificar por más eufemismos que decidamos ponerle.