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En un muy polémico y debatido artículo de finales del año pasado, el profesor James Robinson, conocido por ser coautor del afamado libro Por qué fracasan los países, plantea la tesis de que la transformación y la modernización del país viene de la mano de la educación.
Para el profesor Robinson, “la educación es un juego de suma positiva: mi proceso educativo no impide el de los demás y la educación no amenaza los intereses directos de nadie”. Por tanto, el proceso de modernización del país requiere que los jóvenes educados “superen al campesinado” que es la otra cara de la moneda del país y que se equipara al atraso.
En particular, el connotado académico señala que la transformación no va a llegar “luchando por la tierra o institucionalizando la pobreza en la periferia con la distribución de 40 acres y una mula”, pues “la reforma agraria es de suma cero: o la tengo yo y tú no, o al contrario”.
Por tanto, la salida para el país consiste en “ignorar y dejar marchitar” el problema rural. En otras palabras, no se debe actuar con programas de restitución de tierras y reforma agraria que retengan a la gente en el campo y, más bien, se debe dejar que estos migren a la ciudad, en donde se encuentra su futuro.
Además, el profesor plantea que la pacificación del campo debe llegar, como lo propuso el señor Vicente Castaño y lo hizo en su momento el gobierno estadounidense en sus territorios, de la mano de la inversión privada que al final termina convocando a la inversión pública.
Sin duda, la visión de largo plazo de que sea la educación (y el conocimiento) el factor determinante de la transformación y el desarrollo del país es algo que, por fin, comienza a calar de manera importante en la sociedad colombiana y en su dirigencia. En consecuencia, es difícil que este punto del escrito de Robinson suscite mayor debate.
Más aún, la reafirmación que se hace del poder transformador de la educación debería servir de acicate para que se fortalezcan los esfuerzos y los planes para hacer de la educación y de la generación y la utilización de nuevo conocimiento un propósito permanente del país.
Lo que sí ha generado una gran discusión y no poca indignación es la propuesta sobre la forma como el país debe enfrentar el problema rural de cara a una sociedad más educada y moderna.
Como se ha dicho, en la visión de Robinson lo que se plantea es que el Estado abandone toda intervención de apoyo a los campesinos de tal forma que se acelere el proceso de migración hacia las ciudades y así estos obtengan el mayor beneficio del proceso de modernización.
Al mismo tiempo se considera que la inversión privada empresarial sí tiene futuro en el campo, pues seguramente se asume que, al ser más intensiva en capital, es más productiva que la de los pequeños productores, cuyos procesos son intensivos en mano de obra. En la próxima columna se avanzará en este análisis.