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Columnistas | PUBLICADO EL 01 junio 2021

México: y a todo esto, ¿cuál es el costo?

Por Valeria Moy

Números van y vienen todos los días. Ideas de gasto o proyectos de inversión que costarán miles de millones de dólares. Recursos que van de aquí para allá a los que ya es difícil llevarles la cuenta. La semana pasada ocupó la agenda la compra de una refinería en Texas, lo que ha revivido la discusión sobre la construcción de otra refinería en Tabasco.

Según sabemos, la refinería en Texas tendrá un costo de casi 600 millones de dólares. La otra, la de Dos Bocas, tendrá un costo aproximado –los costos siempre aumentan– de 9.000 millones de dólares. También se está construyendo un tren en la península de Yucatán que costará un poco más de 8.000 millones de dólares.

No hay que olvidar que también nos costó cancelar la construcción del que hubiera sido el aeropuerto de Texcoco. Las cifras ahí fluctúan en un amplio rango que va desde los 6.000 millones de dólares hasta los 16.000 millones, dependiendo de cuál estimado se utilice. Y en ese sentido, falta sumar una obra emblemática de estos tiempos, el aeropuerto de Santa Lucía, que tiene, entre sus ventajas, un costo menor al que hubiera tenido el aeropuerto ya cancelado porque será una obra de infraestructura austera y ejecutada por el Ejército mexicano pero que de cualquier manera costará cerca de los 4.200 millones de dólares.

Podemos ir sumando esos miles de millones de dólares y llegaremos a una cifra que podríamos llamar el costo total. ¿Pero esos más de 67.000 millones de dólares son el verdadero costo de esos proyectos? ¿O hay más costos menos evidentes en esas decisiones? No hay que olvidar que todos estos proyectos serán pagados con recursos públicos, es decir, con recursos de los contribuyentes, que siempre son escasos y que deberían usarse de la mejor forma posible buscando el mayor beneficio para la sociedad.

Cada decisión que tomamos implica que dejamos de tomar otras. Cuando elegimos entre varias opciones, implícita o explícitamente, asumimos que esa –la tomada– es la mejor. Sería quizás delirante intentar evaluar el costo de todas las opciones que no elegimos, pero siempre debemos tener en cuenta una: la segunda mejor alternativa. En eso consiste el costo de oportunidad.

Los proyectos mencionados no nos están costando 67.000 millones de dólares. Nos están costando mucho más. Están costando todas las oportunidades perdidas por haberse obsesionado con trenes y refinerías.

Compramos y construimos refinerías cuando el mundo voltea a las energías renovables.

En lugar de aprovechar las ventajas comparativas que tiene México, tomamos decisiones que las desperdician. No son 67.000 millones de dólares. Son oportunidades perdidas y años de rezago. El costo de oportunidad importa

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