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Columnistas | PUBLICADO EL 11 septiembre 2020

Mentiras y fantasmas

Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J.*lfalvarezj@gmail.com

La verdad tiene que ser la impronta de todo buen gobierno. Debe tratarse de una verdad que se encuentre en los hechos, no en las simples palabras justificativas. El estadista, el gobernante o el administrador, como el buen padre de familia, imponen su autoridad por el respeto de su hacer y no por el poder de convicción de su decir. Probablemente por el bajo nivel de comprensión en sus hijos menores, el padre se vea obligado a mantener un sano equilibrio entre la palabra y la obra. Algo similar puede ocurrir con el gobernante, siempre teniendo en cuenta el nivel de formación cultural y política de los ciudadanos. Hay gobernantes que excepcionalmente equilibraron el don del habla con la capacidad de acción, esos son los estadistas, como Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo y Álvaro Uribe Vélez. Cuando se rompe el equilibrio y se da primacía a la palabra sobre los hechos, es porque algo no está funcionando o algo se está escondiendo. Cuando el servidor público o social tiene que estar saliendo de manera continua en los medios para justificar sus decisiones y acciones, es porque se trata de un autoritario o un anárquico, que pretende legitimar su actividad, no a través de acciones, sino de manifestaciones. En este punto, hay que penetrar en la entre línea para descubrir un metalenguaje, que, lógico es, busca convencer a los más incautos. Frente a ello, el lector y el ciudadano deben guardar un alto grado de desconfianza y atención.

Un año después de haberse producido, aparece un documento, que supuestamente puede ser de importancia para el análisis de la delicada situación por la que atraviesa EPM. La actual administración de la Ciudad y de las Empresas, sostiene que el documento nunca fue recibido, ni radicado oficialmente en EPM, pero misteriosamente apareció en el lugar conveniente y en el momento aparentemente oportuno, es decir, en el escritorio del vicepresidente de asuntos legales, pocos días después de presentada la solicitud de conciliación. A través del discurso se quiere atribuir responsabilidades a otros y tratar de explicar, como en un drama de suspenso, la llegada del documento que no se envió, ni se recibió, ni se radicó, pero que de un momento a otro apareció, como si un fantasma estuviese rondando el edificio inteligente. Lo curioso es que la administración actual, en palabras al vuelo y sin prueba alguna, se presenta como víctima del supuesto juego a las escondidas, organizado por la administración anterior para mantener oculto el documento.

Insistencia: no es cierto que la Junta Directiva de EPM haya renunciado por su oposición a que las Empresas persiguieran judicialmente a los contratistas del proyecto Hidroeléctrico Ituango. Además de otras razones, la renuncia se presenta porque, ignorando reglas de gobierno corporativo, el Alcalde tomó la decisión de iniciar un procedimiento prejudicial contra aquellos, sin tener en cuenta a la Junta Directiva. Esta no podía oponerse a una decisión que no conoció. A entendedor bien intencionado, pocas palabras bastan.

* Expresidente del Consejo de Estado y exmiembro de la junta directiva de EPM

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