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Hace un poco más de un año, con un grupo de mujeres que compartíamos la inquietud por los temas de género, decidimos reunirnos para intercambiar reflexiones sobre cómo movilizar este asunto en nuestra región. Nos movía la pregunta: ¿cómo poner el tema de género en la agenda?
Así, con disciplina y compromiso, fuimos creando un grupo que se reunía a las 6 am a pensar en acciones que generaran impacto. Creamos algunas campañas de concientización, sumamos aliados, participamos en programas de formación de mujeres con potencial de liderazgo, ayudamos a incubar iniciativas de cierre de brechas en nuestras empresas, entre otros. Un buen inicio. Pero insuficiente.
Decidimos entonces que necesitábamos un aliado que amplificara nuestras preocupaciones. Empoderadas y valientes, le pedimos una cita a la directora de EL COLOMBIANO. Teníamos la intuición de que nos ayudaría en este propósito. Y aquí estamos. Hoy me llegó el turno a mí de escribir y en mi cabeza solo hay preguntas: ¿qué escribir que ya no se haya dicho?, ¿qué cifra aportar que no se conozca sobre la desigualdad de género?, ¿qué decir diferente que ayude a elevar conciencia?, ¿cómo pasar del diagnóstico al efectivo cierre de brechas?, ¿cómo trascender de la denuncia a la acción decidida?
Sobre los temas de género las investigaciones abundan y las cifras están por todas partes. Es por todos conocido que la participación de la mujer en el mercado laboral es inferior a la de los hombres, pese a que en promedio tienen mejor educación, así como que la brecha salarial es una realidad y que las cifras de desempleo son más desfavorables en el caso de las mujeres. Hace apenas una semana, en el encuentro de Mujeres en Juntas Directivas, comunidad de la que hago parte, se reveló una cifra que debería movilizarnos a todos: solo el 11,7 % de las compañías grandes del país tiene a mujeres como representantes legales. Y paro ahí. No quiero llenar este espacio de más cifras. Quiero, en cambio, aprovechar estas líneas para hacer un (desesperado) llamado a la acción. ¿Qué está haciendo cada uno de nosotros para revertir esta situación?
En cuanto sociedad tenemos la potestad de definir cómo afrontar este problema, que además de tener un componente de moral y de justicia, es un problema económico. Nuestra respuesta puede ser esperar a que la evolución de los tiempos y con la llegada de nuevas generaciones se vaya alcanzando la equidad. En este escenario, según el Foro Económico Mundial, tardaríamos 267 años para que el cierre de brechas de género sea una realidad. ¿Estamos dispuestos a asumir este costo?
En cambio, podríamos decidir actuar de manera contundente y proponernos hacer todo lo que está a nuestro alcance para ayudar a cerrar esta brecha. ¿Cómo nos va a juzgar la historia? Una sociedad donde debían convencernos, con mediciones y estudios elaborados, de que las mujeres merecíamos tener el mismo espacio de participación en posiciones de liderazgo que los hombres, que las mujeres debíamos ganar lo mismo ante iguales posiciones de responsabilidad, que las mujeres teníamos el mismo derecho a ingresar al mercado laboral, que las labores de cuidado debían ser compartidas. Suena a un chiste.
Hasta el momento, nuestra respuesta se ha quedado corta frente al tamaño del reto. Si bien los pasos que hemos dado han sido importantes, son aún tímidos. Podemos hacer más. ¿Por qué no incluir dentro de las mediciones de las empresas un indicador de género? ¿Por qué no apostar por acciones afirmativas encaminadas a aumentar la representación de grupos que tradicionalmente han sufrido discriminación? ¿Por qué no generar en nuestras empresas condiciones que permitan a los padres participar de las labores de cuidado? ¿Qué tal darle la oportunidad a esa mujer que se ha preparado para asumir un rol de liderazgo? ¿Por qué no entender que este no es un problema de las mujeres, sino un problema de sociedad?
La buena noticia es que está en nuestras manos cambiar esta situación. Se requiere voluntad, decisión y valentía. No vaya a ser que de nosotros se diga que teníamos el diagnóstico, sabíamos qué había que hacer y, sin embargo, las cifras se nos convirtieron en unos números fríos que nos acostumbramos a mirar indiferentes
* Presidenta ejecutiva
de Proantioquia.
Abogada y politóloga.