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Para la Corte y los ambientalistas y políticos que respaldan la prohibición, ha imperado siempre ese difuso y solo probable riesgo de daño sobre el verdadero daño real.
Por Melquisedec Torres - @Melquisedec70
Por correctismo político y por el temor al ataque del ambientalismo de extrema izquierda, el país ha dejado que el debate sobre erradicar cultivos ilícitos de coca, marihuana y, hace unos años, amapola, lo ganara casi sin discusión la prohibición absoluta de fumigar desde el aire con glifosato. Y, por ello, se tomó la decisión de destruir las plantaciones solo de manera manual en tierra y exponiendo a riesgo mortal a los erradicadores y fuerza pública.
El resultado, más de 200 civiles, soldados y policías asesinados durante la erradicación manual desde 2009, por ataques de grupos criminales que cuidan, a sangre y fuego, las enormes áreas, especialmente de coca, aunque todos esos terroristas niegan ser narcotraficantes. En las dos últimas semanas el país ha visto trece policías asesinados con explosivos y disparos de fusil en Amalfi, Antioquia, cuando prestaban apoyo a erradicación manual de coca, y tres militares gravemente quemados tras ser rociados con gasolina en Putumayo durante protestas violentas contra la erradicación.
El único argumento para la prohibición de aspersión de glifosato ha sido el “principio de precaución” por riesgo de toxicidad. Sin embargo, la misma Corte Constitucional ha señalado en sus dos sentencias hito sobre fumigación que “El principio de precaución no responde exclusivamente al peligro, noción que se refiere exclusivamente a una posibilidad de daño. Este responde más bien al riesgo, es decir, a un cierto grado de probabilidad de un daño... no equivale a una presunción iuris tantum de que la actividad es dañina y que, por lo tanto, debe prohibirse”.
Para la Corte y los ambientalistas y políticos que respaldan la prohibición, ha imperado siempre ese difuso y solo probable riesgo de daño sobre el verdadero daño real, visible y de alto impacto que nos sigue causando el narcotráfico a los colombianos. No solo los más de 200 asesinatos, sino también el brutal costo de violencia por tráfico y microtráfico de droga con miles de homicidios anuales, altísimo daño social y poderoso efecto de atraso del país y de imagen internacional deteriorada.
Gracias a esas fumigaciones – que hoy incluso ni siquiera necesitarían humanos, solo drones – el país vio caer los cultivos entre 2009 y 2013 a menos de 50 mil hectáreas; hoy ya habremos superado las 300 mil hectáreas de coca, con una producción de 2.500 toneladas métricas anuales de cocaína.
¿Y el glifosato es tan dañino? Por un lado, se sigue usando en cultivos lícitos para control de malezas en algodón, maíz, arroz, tomate, caña de azúcar y palma, así como en pastos. A su vez, estudios de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos concluyen que “no es probable que sea cancerígeno para los humanos”, y el Comité de Evaluación de Riesgos de la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (EMA) no encontró evidencia que vinculara el glifosato con el cáncer en humanos y se negó a clasificarlo como causante de mutaciones o problemas reproductivos.
Conclusión: glifosato 0 muertos y menos de 50 mil hectáreas de coca vs. erradicación manual (por principio de precaución) más de 200 asesinatos + enormes daños directos y colaterales al país + 300 mil hectáreas de coca + 2.000 toneladas de cocaína.