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Lo que viene

hace 16 horas
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Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

Dos asuntos van a concentrar la realidad geopolítica del año que empieza. Esto, al menos, en el campo de lo previsible. De un lado, en Europa hay una urgencia manifiesta por cerrar el conflicto entre Rusia y Ucrania. Del otro, en nuestro hemisferio, todos los ojos estarán puestos en Venezuela y la posibilidad real de un cambio político impulsado por Estados Unidos. Podría ser el fin del chavismo tras más de un cuarto de siglo en el poder.

El frente de guerra europeo va a llegar a los cuatro años y Moscú no da su brazo a torcer. Sus aspiraciones en este momento son aún mayores que en febrero del 22 cuando Putin declaró la “operación militar especial” e inició la invasión. El Kremlin pretende salir de este enfrentamiento con una buena porción del territorio de su vecino y con una nueva voz de fortaleza política. A Kiev, por su parte, le cuesta ceder y confía en que cualquier negociación le garantice su seguridad futura. Bruselas, sin embargo, no puede sostener mucho tiempo más un conflicto que ha sido un golpe contundente contra su economía y que los obligó a aumentar el gasto militar de forma exponencial. Y es justamente por el agotamiento de los aliados que en el 2026 es factible un acuerdo. Washington juega un papel preponderante y Trump desea colgarse la medalla del negociador experto que terminó con el conflicto más perjudicial para Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Por eso en los últimos días del año recibió en Mar-a-Lago a Zelensky para escuchar alternativas. “Estamos a un 95 por ciento de lograr un acuerdo”, dijo el estadounidense.

En el caso de nuestro vecindario la tensión no hace más que aumentar por el asunto venezolano. El monumental despliegue estadounidense en el Caribe solo puede terminar con la salida de Maduro de Miraflores. Cualquier otro resultado sería visto como un triunfo del chavismo y la Casa Blanca no está dispuesta a retroceder un centímetro. Lo que inició discursivamente como una lucha antidrogas rápidamente se develó como una operación para cambiar el régimen. Para recuperar, además y según palabras del propio Trump, el petróleo que considera robado.

La realidad venezolana es apremiante. Todos los caminos construidos en el último semestre (desde los movimientos de la oposición, pasando por la asfixia económica y el despliegue militar que incluye el bombardeo de lanchas y la detención de barcos petroleros) parecen conducir a la derrota del chavismo. Sin embargo, su fin se ha anunciado tantas veces que ahora cuesta trabajo creer que el momento ha llegado.

Para Colombia, en un año electoral, las consecuencias de lo que ocurra en Venezuela serán determinantes. La ciudadanía exigirá a cada candidato un posicionamiento claro respecto al tema y cualquiera que sea el resultado de la presión estadounidense tendrá un enorme eco en la política y la economía nacional. En política internacional nada importará tanto a los colombianos como el temblor de Caracas.

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