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La reconstrucción del país a partir de agosto del 2026 requerirá de un acuerdo político.
Por Mauricio Perfetti del Corral - mauricioperfetti@gmail.com
No es posible despedir este año que termina sin formular algunas aspiraciones para el 2025; año que parece será difícil y complejo tanto interna como externamente. No se trata de plantear cierto pesimismo, sino más bien de aquello que es deseable y necesario para un mejor futuro inmediato; es decir, formular aspiraciones, tan propias de esta época y, también, algunas proposiciones para el próximo año.
El 2025 será difícil por múltiples razones: un creciente déficit fiscal que generará presiones monetarias y aumento de impuestos, en un contexto de bajo crecimiento persistente. En el sector de la salud, menos pacientes tendrán una atención oportuna y de calidad, es decir, habrá desatención y mayores gastos de bolsillo de los hogares que afectará su ingreso disponible y su endeudamiento.
Las decisiones que ha tomado este gobierno en materia de electricidad y gas pondrán en riesgo el suministro y la confiabilidad de ambos. Mientras la política de paz total no sea consciente del multibillonario negocio de la droga los avances serán limitados pues este ha sido favorecido por la tasa de cambio actual y por las políticas de salud pública de los países desarrollados. El desencanto con la quimera de un gobierno que no hizo el cambio, y su estrategia para permanecer en el poder haciendo campaña con los recursos públicos en vez de ejecutar eficazmente políticas públicas, acentuarán la incertidumbre, las promesas incumplidas, la polarización y el discurso radical.
Es menester entonces unir diversas fuerzas políticas y ciudadanas, así como académicas, en torno a una sólida defensa de la democracia, el estado de derecho, la separación de poderes, la libertad individual y económica, así como la institucionalidad. Lo anterior debe generar consensos para una candidatura única de toda la oposición para el 2026, sin mesianismos, pero también sin egoísmos y mezquindades. La reconstrucción del país a partir de agosto del 2026 requerirá de un gran acuerdo político para edificar sobre lo hecho trizas en aras de un cambio que no se ha dado ni se hará. Será necesario un acuerdo sin polarización, sin el ataque ruin que poco contribuye al debate democrático.
Será preciso recobrar la confianza en el Congreso y en los partidos políticos; y entre estos, los gremios, universidades, entidades académicas e independientes deben promover de una parte, una serie de propuestas de política pública para retomar una senda económica con menos incertidumbre, y con la coherencia que le hace falta a este gobierno, y en particular al presidente Petro. De otra parte, urge ir construyendo consensos para un mayor crecimiento económico, para una mayor reducción de la pobreza y la desigualdad que bien podría expresarse en bosquejar un gran pacto social para el 2026.
Para lo anterior, vale la pena retomar a Todorov (2016) “la insumisión no se trata de una moral sometida a objetivos políticos, sino de actos morales individuales que se convierten en elementos de la vida política, de la reivindicación perseverante e íntima de lo que consideran verdadero y justo”.