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Columnistas | PUBLICADO EL 06 octubre 2020

Más liderazgo, menos ego

Por juan Camilo Quinterojuanquinterocti@gmail.com

Sin lugar a dudas hace apenas un par de décadas era impensable pensar en un país en el mundo con más recursos económicos, con mayor poderío bélico, científico y tecnológico que Estados Unidos. Si esa afirmación se fuera a hacer hoy, debería ser una pregunta con una fuerte vocación de duda. La realidad, a mi entender, es que el país del norte que alcanzamos a percibir solo es el débil reflejo de otro que existió hace mucho, de uno que se ha ido desvaneciendo y que ha dejado una estela de poder regada por el mundo y que pierde su respeto poco a poco.

Me atrevo a decir que no hay un país en el mundo que haya gestionado de peor manera la crisis del covid-19 que Estados Unidos. Y lo peor es que no es extraño que así sea cuando el presidente de la otrora potencia mundial respetada se llama, aDonald Trump. El mismo hombre que a lo largo de estos meses se ha encargado de ridiculizar a los científicos, de desmentir la existencia del virus y de incluso sugerir que para combatirlo sería adecuado inyectarse cloro. El presidente que con esos argumentos ha gestionado la crisis, el de los más de 200 mil muertos, es el mismo que el viernes pasado anunció que era positivo para el covid-19, el mismo que no tomó ni se inyectó cloro y que a las pocas horas de su anuncio había decidido recluirse en un hospital militar, y que luego de hacerlo decidió dar un parte de tranquilidad que empezó de manera contradictoria a sus afirmaciones pasadas, agradeciendo al personal médico por haberle salvado la vida. Dirá Trump ahora que es mejor no creer en virus pero que los hay los hay.

El declive del imperio americano tiene su mejor carta de presentación en Trump y en su estilo de liderazgo construido en torno a lo que se ha llamado la posverdad. Difícilmente un líder de ese nivel careció de tanto liderazgo, mientras el mundo reclama líderes que inspiren, pongan a soñar a una nación con un futuro más alentador, líderes que irradien respeto, admiración. Nadie encarna mejor el sueño americano y nadie lo desdice de manera más contundente. A la vez, nada puede estar más en contravía de los principios de una nación que alcanzó la grandeza gracias al aporte de cientos de miles de inmigrantes (Trump es hijo de uno de tantos) que un liderazgo basado en el mesianismo, la desaprobación y la burla.

Hace poco veía en uno de los capítulos del documental PlayBook, la historia del técnico de la NBA, Doc Rivers. En él se hace un recuento de su carrera y de algunas de las premisas en las que funda su estilo de liderazgo y sus éxitos. Lo de Rivers es inspirador, pues su modelo recae siempre en la construcción colectiva, en el aporte de todos a un mismo fin, en ser capaz de hacer a un lado el racismo y concentrarse en un objetivo superior.

Que Trump y Rivers, que sus estilos y visiones puedan aún convivir en el mismo país es paradójico y alentador. Vale la pena ver el documental de Rivers para entender cómo un líder es capaz de liderar un equipo para sacar lo mejor de cada uno en función de una colectividad. Se buscan líderes con menos egos que piensen más en la gente que en ellos mismos.

Juan Camilo Quintero

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