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Nos mata el desacuerdo

La convivencia no es un lujo ni un tema secundario; es una necesidad si queremos consolidar una ciudad donde el respeto sea el principio rector de nuestras interacciones

20 de enero de 2025
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  • Nos mata el desacuerdo
  • Nos mata el desacuerdo

Por María Bibiana Botero Carrera - @mariabbotero

En 2024, Medellín logró una disminución histórica en el número de homicidios, registrando la cifra más baja en los últimos 40 años: pasamos de 375 homicidios en 2023 a 314 en 2024, una reducción del 16,3%. La tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes también cayó significativamente, pasando de 14,24 a 11,81, lo que representa una disminución del 17,1%. Estos datos, más allá de las cifras, representan vidas preservadas y un paso hacia una ciudad más segura. Un motivo para celebrar.

¿Qué nos muestra esta data? Casi la mitad de los homicidios categorizados de 2024 –de los que se saben con certeza sus causas-, estuvieron relacionados con problemas de convivencia: discusiones que escalaron, actos de intolerancia, y conflictos que, en muchos casos, podrían haberse evitado. Este dato es un recordatorio inquietante y una pregunta por nuestras prácticas culturales, algunas de las cuales nos han acostumbrado a resolver nuestras diferencias de forma violenta, paradójico en un país golpeado y hastiado de la violencia. Que no se nos vuelva paisaje: el 49,3% de los desacuerdos ciudadanos terminaron en tragedia. Doloroso.

Dentro de las causas de los homicidios, también encontramos un vínculo con la violencia intrafamiliar y otros actos de intolerancia que reflejan un tejido social fracturado. Esto nos lleva a una conclusión inevitable: la reducción sostenida de los homicidios sólo será posible con un enfoque decidido en la convivencia y la cultura ciudadana, la prevención del conflicto y la promoción de habilidades para la resolución pacífica de problemas. A vivir en sociedad, se aprende.

Avanzar en la seguridad pública, combatir el crimen organizado y promover la convivencia ciudadana es, sin duda, el camino. Además, poner el foco en los determinantes subyacentes que conducen a estas muertes evitables, es un deber inaplazable. La salud mental, por ejemplo, juega un rol crucial. El acceso limitado a atención psicológica y la falta de estrategias públicas para abordar el manejo del estrés y la frustración son factores que amplifican las reacciones violentas en el día a día.

En Medellín nos corresponde promover un cambio cultural. La convivencia no es un lujo ni un tema secundario; es una necesidad si queremos consolidar una ciudad donde el respeto sea el principio rector de nuestras interacciones. Esto requiere educación, programas sociales efectivos y una inversión decidida en el bienestar emocional de las personas. Entender las razones de nuestras violencias y tomar acción, es una tarea urgente.

Evitar que nuestros desacuerdos se conviertan en tragedias es la verdadera meta. No podemos seguir matándonos por diferencias o por conflictos que podrían resolverse de manera pacífica. Está en nuestras manos.

Construyamos una ciudad donde el diálogo y el entendimiento reemplacen al odio y a la violencia. Porque, al final, prevenir no solo salva vidas, también dignifica nuestra manera de vivir y las reglas de juego de nuestra sociedad. No habrá una política de seguridad sostenible sin una transformación cultural profunda.

*Presidenta Ejecutiva de Proantioquia

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