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María Corina y el Nobel a la dignidad

hace 7 horas
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  • María Corina y el Nobel a la dignidad

Por María Bibiana Botero Carrera - @mariabbotero

El Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado es, sobre todo, un reconocimiento al coraje. Coraje para resistir un régimen autoritario durante más de dos décadas; coraje para decir en voz alta lo que tantos callan; coraje para sostener, con coherencia y firmeza, una lucha democrática que ha tenido más riesgos que triunfos visibles.

María Corina ha sido inhabilitada, amenazada, perseguida y deslegitimada por el poder. Y, aun así, no ha claudicado. Su liderazgo ha desbordado las fronteras de la oposición tradicional venezolana y se ha convertido en un símbolo de resistencia cívica. En un continente donde muchos líderes hablan en primera persona, ella insiste en el “nosotros”. En lugar de buscar mesianismos, ha construido un relato colectivo. Esa diferencia no es menor: es la que separa a quienes concentran el poder de quienes lo distribuyen.

Este Nobel llega en un momento especialmente delicado. Nicolás Maduro, tras años de represión y control institucional, busca una legitimidad internacional que no tiene. El reconocimiento a Machado es un recordatorio poderoso de que el mundo observa. Y de que la lucha democrática en Venezuela no es marginal ni olvidada: es central para la estabilidad regional.

El premio también tiene una carga simbólica enorme para América Latina. Por un lado, visibiliza el liderazgo de una mujer latina en un terreno —la resistencia política— históricamente dominado por hombres. Por otro, interpela a gobiernos de la región que han optado por la ambigüedad frente al autoritarismo venezolano. Ya no es posible mirar a otro lado. La comunidad internacional, a través del Nobel, ha elevado la voz.

En tiempos en que el discurso público se degrada fácilmente en insultos y polarización, la figura de María Corina emerge como contrapeso: firme pero no incendiaria; valiente pero no violenta; radical en sus principios, no en sus formas. Su liderazgo no solo desafía a Maduro, también desafía la manera en que concebimos la política en América Latina.

Este Nobel no cambia por sí solo el destino de Venezuela, pero sí altera los equilibrios. Aumenta la presión sobre el régimen, refuerza la legitimidad de la oposición democrática y, sobre todo, inspira a quienes luchan —dentro y fuera del país— por libertades básicas. Es un recordatorio de que el poder autoritario puede silenciar, pero no extinguir, la voz de quienes creen en la democracia.

María Corina Machado no solo ha ganado un Nobel: ha ganado un lugar en la historia latinoamericana como símbolo de resistencia democrática, de fuerza moral. Y su victoria, en el fondo, es también la de quienes siguen creyendo que la libertad vale la lucha.

Al final, este Nobel habla de algo más profundo que la política: habla de la dignidad. De la dignidad de una mujer que no se ha doblegado. De la dignidad de un pueblo que resiste. Y de la dignidad de todos aquellos que, desde distintos rincones de América Latina, siguen creyendo que la libertad no es una concesión del poder, sino una conquista ciudadana. María Corina Machado no está sola: su voz amplifica la de millones que se niegan a rendirse.

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