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Liderar hoy significa también preparar a otros para este cambio. Significa enseñar a trabajar con algoritmos sin perder el juicio propio.
Por María Adelaida Saldarriaga E. - Comunicaciones.wic@womeninconn.co
La inteligencia artificial (IA) ya no es un asunto del futuro: está aquí, transformando la forma en que producimos, nos comunicamos, tomamos decisiones y entendemos el trabajo. En Colombia, empresas grandes y pequeñas ya están trabajando o experimentando con herramientas que automatizan tareas, analizan datos en segundos y reemplazan procesos que antes requerían horas de esfuerzo humano. Ante este panorama, surge una pregunta crucial: ¿qué lugar queda para el liderazgo humano?
Lejos de volverse obsoleto, el liderazgo se vuelve más importante que nunca. No porque el líder deba competir con la máquina, sino porque debe asumir un nuevo rol: el de garantizar que la tecnología amplifique lo mejor del ser humano, en lugar de desdibujarlo.
En esta nueva era, los líderes no serán recordados por saber más que una IA, sino por su capacidad de preguntar mejor, de conectar, de interpretar lo que los datos no dicen, de tomar decisiones éticas, sensibles y contextualizadas. La empatía, la intuición, la escucha activa y la visión de largo plazo se convierten en ventajas estratégicas. Las máquinas pueden predecir, pero no pueden cuidar. Pueden optimizar, pero no pueden inspirar.
El reto para quienes lideran es doble. Por un lado, debemos formarnos para entender las posibilidades y límites de la inteligencia artificial, sin miedo, pero sin ingenuidad. No se trata de dejarle todo a la tecnología ni de resistirnos al cambio, sino de ejercer una dirección informada, ética y propositiva.
Por otro lado, debemos humanizar aún más nuestras organizaciones. La IA puede redactar un informe o revisar una hoja de vida, pero no puede construir una cultura organizacional que motive, retenga y dignifique. En un país como el nuestro, donde el trabajo sigue siendo un vehículo clave para la movilidad social y la estabilidad familiar, los liderazgos humanos que entienden la realidad de sus equipos —sus miedos, sus desigualdades, sus sueños— no son un lujo: son una necesidad.
Liderar hoy significa también preparar a otros para este cambio. Significa enseñar a trabajar con algoritmos sin perder el juicio propio. Significa poner límites cuando la eficiencia amenaza la dignidad. Y significa usar la tecnología no solo para crecer más rápido, sino para crecer mejor: con equidad, con sostenibilidad, con propósito.
En Colombia, donde la brecha digital aún es profunda y las desigualdades persisten, la tecnología no puede ser un nuevo muro. Tiene que ser una herramienta para la inclusión, la productividad y el desarrollo. Para lograrlo, necesitamos líderes profundamente humanos, capaces de mirar más allá del dato y entender el impacto que sus decisiones tienen en la vida real de las personas.
Porque al final, en la era de la inteligencia artificial, lo que marcará la diferencia no será quién tenga la mejor herramienta, sino quién sepa usarla al servicio de lo humano.