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Columnistas | PUBLICADO EL 16 octubre 2021

Maixabel

Espero llegue a Colombia la película española Maixabel. Tuve la oportunidad de verla recientemente en Barcelona. Me conmovió. Me dejó pensando. Basada en hechos reales, la película cuenta la historia de Maixabel Lasa, quien, once años después del asesinato de su marido por parte de la ETA, recibe una invitación de uno de los asesinos para reunirse en la prisión donde se encuentra recluido.

El esposo de Maixabel era Juan María Jáuregui, quien fue un político socialista español, gobernador civil de Guipúzcoa. Fue un militante activo contra el franquismo y se incorporó a ETA en los primeros años de la organización y por eso fue detenido. Dentro de esta hacía parte de una minoría que se oponía a la lucha armada y en 1972 dejó la organización para unirse al partido comunista. Años después, en la década de 1980, se unió al partido socialista. Amenazado por la ETA, estuvo en exilio en Chile. Fue asesinado durante una visita a la familia, el 29 de julio del 2000, en un café, mientras hablaba con un amigo. Dos miembros de ETA se le acercaron y le dispararon en la nuca.

La película, dirigida por Icíar Bollaín, se enfoca en las consecuencias del trauma dejado por la violencia en los sobrevivientes. Se intuye la imposibilidad de las víctimas de volver a gozar genuinamente de la vida; el alma queda envuelta en una profunda melancolía. Pero también la película revela el drama humano de los victimarios, cuando experimentan el colapso de la ideología que los ha llevado a perpetuar la violencia. Es como si despertaran de un trance y finalmente se dieran cuenta de la inutilidad de la violencia. Esta crisis moral llevó a miembros de la ETA a buscar a sus víctimas y pedir perdón. Un paso no fácil, que cuando llega reabre heridas. La película nos muestra el dilema que enfrenta Maixabel, las dudas de los amigos. Finalmente, aceptar el encuentro nace de un deseo de conocer la verdad y, sobre todo, de la constatación de que el acto violento que le quitó a su esposo ha ligado su vida indisolublemente a aquella de los asesinos.

Es el aceptar ser parte de una red de relaciones que incluye al enemigo, lo que abre el camino al perdón y a la reconciliación. John Paul Lederach la llama “imaginación moral”. Finalmente, víctima y victimario desean, necesitan, lograr un estado de paz. La contradicción, y hasta el absurdo, es que es el terreno común del dolor lo que facilita el encuentro. Un film delicado, sensible, y justamente el actor Luis Tosar, quien interpreta al asesino de Jáuregui, confesó a los medios que estaba muerto de miedo: “Miedo por la responsabilidad que conlleva esta película de transmitir un mensaje conciliador y sanador”. Esta sanación y conciliación son el producto de encuentros improbables, de narrativas aisladas y opuestas que finalmente se entrelazan y generan un nuevo relato. A su vez, es este relato el que permite interrumpir la historia, y lleva a no perpetuar el presente, y abrirse al futuro 

Aldo Civico

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