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Por Luis Fernando Álvarez Jaramillo - lfalvarezj@gmail.com
En el sistema presidencialista de gobierno, el presidente de la República, como jefe de Estado, jefe de Gobierno y Suprema autoridad administrativa, no sólo tiene el honor de dirigir la triple jefatura del Estado, sino que le corresponde como deber especial, orientar las relaciones al interior de la sociedad, en las mejores condiciones de armonía, tolerancia y colaboración. En ese sentido se pronuncia la Constitución Política al disponer en su artículo 188 que ”el Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los ciudadanos”.
El mensaje constitucional es claro y contundente, pues el presidente, como máximo líder de la sociedad, tiene la obligación constitucional de adoptar medidas de unidad y utilizar un lenguaje de inclusión e integración entre los distintos sectores sociales entre sí y con todos los miembros de la sociedad.
El pasado domingo 2 de marzo se posesionó como presidente de la República del Uruguay el señor Yamandú Orsi, miembro de la izquierda política de ese país, quien en su discurso de saludo a la ciudadanía se preocupó por utilizar un lenguaje de inclusión, de amistad y tolerancia entre los distintos sectores de la sociedad. En igual sentido se ha venido expresando la señora Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta representante de la izquierda política de la República de México, quien en distintos actos internos y externos ha manejado un perfil de tolerancia, respeto, comprensión y defensa de la nación, buscando darle un perfil de unidad a las acciones de su gobierno. En términos generales, este mismo discurso ha venido utilizando el mandatario de izquierda Gabriel Boric Font de Chile, quien se ha dirigido a sus partidarios y opositores con un mismo lenguaje de unidad, respetuoso de las diferentes posturas ideológicas y las distintas posiciones políticas.
Este tipo de conductas y esta forma de expresarse tanto a nivel interno como externo, parece mostrar una nueva imagen de las democracias latinoamericanas de izquierda, que en este y otros aspectos, quieren apartarse de las expresiones divisionistas de los denominados regímenes castro chavistas como Cuba, Nicaragua y Venezuela.
En este universo político de la región, llama la atención el esquema cultural y político del Presidente Petro. Según algunos medios internacionales, su mandato corresponde a un gobierno de centro izquierda, que aunque se abstiene de desconocer abiertamente la integridad de las instituciones, utiliza un lenguaje “divisionista” contrario a las exigencias constitucionales contenidas en los artículos 188 y concordantes. El presidente incumple de manera grave su deber constitucional de propender por la concordia y la unidad, pues suele emplear un mensaje excluyente y provocador, buscando crear contradicciones violentas entre distintos actores de la comunidad, mediante “trinos” parcializados y faltos de veracidad histórica y política. Lo curioso es la falta de reacción por parte de los medios políticos, judiciales y de control, con respecto a un gobernante que incumple el mandato constitucional de unidad.