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Agosto del 2026

El sistema educativo colombiano requiere atención urgente. La calidad de la educación básica y superior debe ser una prioridad indiscutible, pues de allí partirá la transformación social y económica del país.

14 de marzo de 2025
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  • Agosto del 2026

Por Luis Diego Monsalve - @ldmonsalve

Estamos en agosto de 2026. Un nuevo Presidente acaba de jurar ante el Congreso, recibiendo una nación agotada, confundida, pero llena de potencialidades. Han sido cuatro años difíciles. El gobierno saliente, encabezado por Gustavo Petro, dejó tras de sí una profunda división política, deterioro económico y social, y una institucionalidad en crisis. Sin embargo, al mirar al futuro, los colombianos saben que los desafíos que vienen son, sobre todo, oportunidades para renacer.

La tarea más urgente será reconstruir la confianza ciudadana en las instituciones. La polarización y el desencanto han alejado a muchos ciudadanos de la política, pero Colombia siempre ha demostrado resiliencia en sus momentos más difíciles. Nuestro país cuenta con una sociedad civil y un sector privado activos, que han liderado históricamente grandes transformaciones cuando el Estado ha fallado. Potenciar esa fuerza ciudadana será esencial.

En lo económico, el presidente entrante deberá enfrentar las secuelas de políticas improvisadas y una economía debilitada. Pero el potencial del país es enorme. Tenemos una ubicación privilegiada para el comercio internacional, acceso a dos océanos, y una biodiversidad que, si es aprovechada de manera sostenible, podría ser un motor económico extraordinario. Colombia tiene la oportunidad histórica de transformarse en líder regional en energías renovables, aprovechar su enorme potencial agrícola en regiones como la altillanura o la producción frutal en zonas montañosas, y potenciar sectores emergentes como la industria musical y creativa, así como el turismo, atrayendo inversión extranjera y creando empleo de calidad.

La recuperación de la seguridad será otro desafío prioritario. En estos años recientes, los avances logrados anteriormente se han diluido, permitiendo que grupos ilegales retomen fuerza. Pero Colombia ha demostrado antes que es posible superar incluso las amenazas más duras con decisión política, claridad estratégica y respaldo ciudadano. La recuperación del territorio y la protección efectiva de las comunidades más vulnerables deben convertirse en política de Estado, no solo del nuevo gobierno.

El sistema educativo colombiano requiere atención urgente. La calidad de la educación básica y superior debe ser una prioridad indiscutible, pues de allí partirá la transformación social y económica del país. Una juventud bien educada, con acceso real a oportunidades laborales dignas, será la clave para salir del estancamiento y proyectar un futuro próspero.

Además, en el escenario internacional, Colombia deberá recuperar el liderazgo y la confianza perdida en estos últimos años. Nuestra voz en la región y en el mundo debe ser clara, firme y constructiva, retomando alianzas estratégicas que beneficien a todos los colombianos y volviendo a ser protagonistas en la búsqueda de soluciones a desafíos globales como el cambio climático, la migración y la paz regional.

Pero, para llegar a ese momento, debemos volver al presente, a este marzo de 2025. A un año y dos meses de las próximas elecciones presidenciales, es urgente que los candidatos de oposición comprendan que la crítica, aunque necesaria, no será suficiente. Los colombianos no buscan simplemente el rechazo al gobierno de Petro; exigen, con razón, propuestas sólidas, realistas y, sobre todo, esperanzadoras. La reconstrucción del país pasa por unir fuerzas alrededor de un proyecto común, que mire más allá de la coyuntura y que se concentre en sacar lo mejor que Colombia tiene.

Solo así, en agosto de 2026, el Presidente electo podrá enfrentar sus enormes retos sabiendo que cuenta con el respaldo ciudadano, el optimismo renovado y la claridad de un país decidido a levantarse y avanzar.

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