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Los señoros

Sobra decir que los señoros morirán siendo señoros. Jamás leerán esta columna y, si llegaran a hacerlo, no se reconocerían, pues la principal característica de un señoro, es que jamás llega a enterarse de que lo es.

20 de agosto de 2023
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  • Los señoros

Por Sara Jaramillo Klinkert @sarimillo

Abre los ojos, con seguridad tienes alguno cerca. Lo reconoces porque, sin importar la edad que tengas, siempre se referirá a ti como “niña”. No importa cuántos postgrados sumes, puedes incluso tener un doctorado y, por lo general, habrá un señoro creyendo que sabe más que tú. A menudo te muestra cómo hacer las cosas convencido de estar haciéndote un favor. Si estás dictando una conferencia sobre un tema de tu experticia, es capaz de intervenir delante de todo el auditorio para hacerte ver lo equivocada que estás, aunque no lo estés. Si escribes un libro, te explicará que podrías haberlo hecho de tal o cual manera, no importa que no lo haya leído. Si el señoro es de tu familia criticará la receta que le preparaste sólo para que mejores tu desempeño en la cocina, sobra decir que él es incapaz de distinguir la papa nevada de la capira o la cebolla junca de la blanca, apuesto a que ni sabe elegir aguacates y se le quema hasta el agua. Sin duda, minimiza las labores domésticas y se desentiende de ellas, pero espera encontrar siempre las camisas planchadas, los platos lavados y la nevera llena.

Los señoros opinan sobre absolutamente todo, aunque no tengan ni idea de absolutamente nada. Nadie les enseñó que está bien decir frases tan comunes como “no sé”, “me equivoqué” o “tienes razón”. Quedarse callados escuchando a los demás jamás es una opción, no vaya a ser que confundan su silencio con ignorancia y no con sabiduría.

Es normal que hagan comentarios sobre tu aspecto físico. Da igual cómo luzcan ellos, cuál sea el tamaño de su barriga, de su calvicie o lo mal combinada que lleven la ropa, si dudarlo ni un segundo, te harán ver si subiste de peso, si te salieron arrugas o canas. Lo anterior en caso de que no les gustes, si fuera al revés, igual saldrás perdiendo, pues ellos miden la inteligencia de acuerdo con el tamaño del pecho y el largo de la falda. No les cabe en la cabeza que una mujer físicamente agraciada y bien vestida sea más inteligente que ellos, es una posibilidad que ni siquiera barajan. Actúan movidos por simplificaciones y estereotipos. Si eres pelilarga, eres bruta y si llevas escote, eres fácil, es así de sencillo, por supuesto, con un trago de más, intentarán meterte la mano.

Cuando intervienes en una reunión de trabajo tratarán de minimizar tu opinión, claro, la de ellos siempre versa sobre asuntos importantes: la economía, la política, las inversiones; la tuya podemos discutirla durante el receso, si acaso sobra tiempo ¿Querías hablar de las vacaciones o del colegio de los niños? Los señoros jamás se aprenden el nombre de las personas que consideran bajo su dominio. Aunque alguien les mantenga limpia la casa o les haya servido tinto durante tres años seguidos, ese alguien siempre será “la niña del aseo” o “la niña de los tintos”.

Sobra decir que los señoros morirán siendo señoros. Jamás leerán esta columna y, si llegaran a hacerlo, no se reconocerían, pues la principal característica de un señoro, es que jamás llega a enterarse de que lo es. Puede, incluso que alguno se atreva a decir que me equivoqué en el título, que se dice señores y no señoros, pues por regla general, ellos siempre opinan aunque no hayan pasado del título.

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