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Aprendí que la corrupción puede florecer incluso detrás de las caras bonitas y que la tentación constante de hacerse con feudos cómodos dentro de la administración pública es tan sencillo como común. El año estuvo lleno de las revelaciones sobre los sospechosos y millonarios contratos de la periodista Natalia Springer con la Fiscalía General de la Nación. También aprendí que los poderosos sacan satisfacciones mezquinas de contrariar a la opinión pública, como cuando Eduardo Montealegre condecoró...
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