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Un nicho para que reposen sus cenizas junto al filósofo del comunismo por antonomasia cuesta la bobadita de 6.500 dólares y una tumba completa vale la friolera de 32.000 dólares.
Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com
Los cementerios ejercen un poder de atracción para los vivos. Visitar tumbas de personajes famosos, caminar por la tranquilidad de sus alamedas, observar mausoleos excéntricos o leer epitafios singulares ha sido parte de un vagabundeo agradable durante siglos. Pero la nueva apuesta del cementerio victoriano de Highgate, al norte de Londres, no deja de ser toda una provocación.
Los directivos del cementerio se dieron cuenta de que uno de los más ilustres y visitados huéspedes que tienen es Karl Marx, de manera que ni cortos ni perezosos acometieron labores de paisajismo y ahora han lanzado una promoción de lujo de tumbas y nichos para quienes deseen descansar por los siglos de los siglos junto al autor del Manifiesto comunista, que cuando tenía 25 años escribió que “la religión es el opio del pueblo”.
Pero acceder a uno de estos espacios no está al alcance del proletariado. Un nicho para que reposen sus cenizas junto al filósofo del comunismo por antonomasia cuesta la bobadita de 6.500 dólares y una tumba completa vale la friolera de 32.000 dólares. Para tener un punto de comparación, una cremación en el cementerio de Gap Road al sur de Londres cuesta 2.000 dólares y un funeral 6.000. O sea cinco veces menos que en este elitista cementerio y diez veces por debajo de lo que cuesta en un pueblo de la campiña inglesa.
Eso sí, el vecindario en el cementerio de Highgate a donde llegó Marx en 1883 tras morir a los 65 años en la pobreza, es de lujo. El compositor Oleg Prokófiev, el cantante George Michael, la poetisa George Eliot (nombre artístico de Mary Ann Evans), y la esposa y los suegros de Charles Dickens son solo algunos de los famosos que encontraron el descanso eterno en este camposanto.
Aunque con un vecino como Marx, lo del descanso puede ser relativo. Su epitafio tiene una frase acuñada por él que fue muy popular en su momento: “Trabajadores del mundo, uníos”, pero tal parece que hoy en día no produce tanta aceptación.
La tumba del filósofo alemán es objeto constante de actos vandálicos dado que en esto tiempos que corren, y tal vez ante el fracaso del comunismo, acumula bastantes detractores. Armados de espráis, con nocturnidad y alevosía, muchos se dedican a escribir grafitis en su tumba, lo que implica una labor de limpieza constante. Los últimos que se han borrado decían “arquitecto del genocidio” o “creador de la ideología de morirse de hambre”. Así que quien tiene modo podría pensárselo dos veces antes de invertir en este capricho fúnebre.
Sea como sea, desde el punto de vista del mercadeo, la ocurrencia del cementerio de Highgate es un golpe magistral. Lo que va a ser muy difícil para cualquier comunista, inclusive los llamados “comunistas de salón” o la “izquierda caviar”, es justificar las razones para hacer un gasto semejante.
¿No es paradójico que esto ocurra con la tumba de alguien que dedicó varios años de su vida a analizar el papel de la especulación capitalista en el valor del suelo?.