Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Sin determinación vas a incumplir todas tus promesas, tus propósitos, decretos, metas, objetivos y aspiraciones”.
Por Lewis Acuña - @LewisAcunaA
La decisión de Marco Atilio Régulo era inconcebible. Todos quedaron mudos ante ella, pero lo que se promete a otros o a uno mismo, debe tener tanta importancia como para hacer lo que sea posible para cumplirlo. No se da la palabra porque sea necesariamente fácil cumplirla y por eso funciona como garantía. Es en sí misma una lucha contra la desesperanza de un futuro sin propósito. Lleva con cada una de sus letras la ilusión de ser o hacer algo posible o, por el contrario, la carga del engaño o la traición al no cumplirla.
Aunque Régulo estaba libre y a salvo, su código de honor le obligaba a volver. Había dado su palabra, lo había prometido. Era un propósito concebido con firmeza en los cinco años de esclavitud a miles de kilómetros de su amada Roma, de su adorada familia. Él, que era uno de los generales más reconocidos del ejercito imperial, cayó en desgracia cuando Cartago recibió el apoyo de Esparta en la batalla de los Llanos del Balgradas. Una victoria que ya tenía en sus manos, pero que se le escapó con ese inesperado y contundente apoyo. Régulo fue tomado como prisionero de guerra y sometido a las peores condiciones. Sobrevivir a eso encerraba la vida misma como propósito, como promesa, pero no sería esa la que dejará atónitos a quienes lo rodeaban.
La guerra de Roma por someter a Cartago no cesó y tras una batalla que significó una victoria contundente para el Imperio, la pequeña ciudad-estado se vio obligada a buscar la paz a través de una negociación. El elegido para llevar el mensaje fue Régulo. Un andrajoso y decaído héroe de guerra que por fin volvería al hogar, que escapaba de la muerte. Fue recibido con honores y escuchado en el Senado. Allí, como le fue encomendado, expuso las condiciones para que terminaran las hostilidades y tras ellas un consejo: que no las aceptaran.
Régulo les afirmó que Cartago estaba débil. Que podrían ganar la guerra si seguían luchando. Agradecidos, esa fue la decisión que tomaron. Acto seguido el general se alistó para volver. No a las filas del ejército donde estaba siendo esperado para liderar la ofensiva final, sino a Cartago como prisionero. La decisión de Marco Atilio Régulo era inconcebible. Todos quedaron mudos ante ella. Él era consciente de que esa era una libertad condicional concedida por su promesa de regresar y no la rompería aunque la hiciera a sus enemigos. Determinación.
Sin determinación vas a incumplir todas tus promesas, tus propósitos, decretos, metas, objetivos y aspiraciones. En pocos días solo quedarán a lo mejor escritos en un papel archivado que por casualidad encontrarás en un tiempo para darte cuenta de que no cumpliste ninguno. Todo habrá sido buenas intenciones que te producirán un profundo sentimiento de frustración. Nos pasa a todos. Es fácil perder el rumbo y terminar conformándose en la comodidad de lo bueno o malo que ya se tiene porque alcanzar propósitos requiere más que buenas intenciones. Honra cada promesa, cada propósito con acción. No aplaces más nada de aquello que sabes puedes lograr. Si tienes la oportunidad de cumplir, no la desaproveches.