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Por Juan Camilo Quintero M. - @JuanCquinteroM
El fin de semana pasado se celebró en Bogotá, por citación del gobierno nacional, la que se denominó la primera Cumbre Minera de Colombia. En ella participaron más de 1.000 personas del sector. La idea, era discutir las modificaciones al Código de Minas que se harán en el segundo semestre, algo clave para avanzar en un ordenamiento territorial que permita que la pequeña, mediana y gran minería, además de la ancestral, puedan convivir y acceder, sin disputas y conflictos, a los títulos que el mismo Estado concesiona. A decir verdad, el evento fue un ejercicio interesante donde las grandes compañías pudieron encontrarse con mineros ancestrales, pequeños y medianos para buscar caminos de trabajo conjunto de cara a la nueva normatividad.
Algo que me llamó bastante la atención fueron las menciones recurrentes de los asistentes frente al actual Código de Minas que, a su parecer, es bastante bueno y no necesita un cambio total, sino más bien, algunas reformas en el articulado para hacer más explícito el papel e importancia, además de los derechos, de la pequeña minería y la ancestral de los territorios.
El diálogo fue bastante fluido, de resaltar la disposición de todos los actores para construir acuerdos que redunden en una mejor minería. El reclamo que más se escuchó fue la ausencia institucional en las regiones, la falta de acompañamiento a la industria y la necesidad de una participación más activa del Estado en el diálogo social con las comunidades y los movimientos ambientales. Y es que generar conversaciones con los ambientalistas es urgente en un país que hoy tiene en riesgo la transición energética, que ve como los proyectos Eólicos son suspendidos y la minería de oro es capturada por los grupos al margen de la ley. Y a esto hay que sumarle que no exploración de gas y petróleo que generan una inmensa incertidumbre en el país.
Llegó la hora de sincerar y de quitarle ideología a la discusión, Colombia no puede prescindir de la minería y mucho menos poner en riesgo la autosuficiencia y estabilidad energética.
Tengo que manifestar que me preocupa en esta discusión el lenguaje revanchista, incendiario y señalador usado por parte de algunos Congresistas y funcionarios públicos que dista mucho del diálogo social que tanto pregonan en otros espacios. No podemos permitir que algunos líderes políticos acudan a la división para cautivar ciertos votantes. Ahora que tanto se habla de paz total, lo mínimo que se espera de nuestros líderes es que al menos desde el lenguaje institucional contribuyan a unir y no a profundizar las diferencias entre los colombianos.