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Columnistas | PUBLICADO EL 07 junio 2022

Leerse los programas de gobierno no hace el voto más racional

Lo que un gobernante hace suele ser más el resultado de lo que el sistema le permite que el resultado de lo que él quiere. Así que es muy útil saber qué apoyo tiene para inferir lo que puede llegar a hacer.

Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

Algunas personas basan su decisión de por quién votar en la información que los candidatos ofrecen durante su campaña. Estas se concentran en estudiar los programas de gobierno de los candidatos, su participación en los debates y sus comunicados sobre eventos de coyuntura. Yo creo que, en general, esto es una mala idea. La razón es muy sencilla. No existe ningún mecanismo de compromiso que obligue al gobernante a cumplir las promesas que hizo mientras era candidato. En otras palabras, nada fuerza al candidato que llega al poder a ser coherente con lo que dijo durante su campaña. Así, el candidato tiene incentivos para decir lo que sea que el electorado prefiera durante la campaña y, por lo tanto, poco de eso es informativo de cómo gobernará en realidad.

Quizá la analogía más sencilla para pensar en esto es la de escoger con quién casarse a partir de los elogios y promesas que hacen los o las pretendientes a la hora del cortejo. Una vez el matrimonio tiene lugar, existen pocos mecanismos para garantizar que el ahora cónyuge siga al pie de la letra sus promesas de amor. No es casualidad que, a lo largo y ancho del mundo, las promesas de amor rotas sean uno de los temas más comunes en todo tipo de arte en prácticamente todo momento de la historia.

Algunos dirán que el gobernante tiene un costo reputacional si no cumple sus promesas de campaña. Algo así como que, si sus políticas difieren de las prometidas, su favorabilidad caerá y será castigado en las siguientes elecciones. Diría que esto, aunque lógico teóricamente, no suele ser cierto en la práctica. La memoria del electorado es corta. En contextos donde se elige a gobernantes para cargos por periodos de varios años, cuando el electorado llega a tener una nueva oportunidad para decidir, la discusión política ya es dominada por eventos coyunturales completamente independientes de las promesas de las elecciones pasadas. Y aunque en la mayoría de las democracias robustas del mundo suelen existir mecanismos más inmediatos de control (p. ej.: procesos de destitución, protestas, elecciones en otras unidades territoriales o de otras ramas del poder), estos son costosos, no inmediatos y, con frecuencia, poco efectivos.

Volviendo al ejemplo del matrimonio, en la mayoría de los países del mundo uno se puede divorciar de alguien luego de comprobar que no tiene la intención de cumplir las promesas hechas durante el noviazgo. También es posible sermonearlo e ir a terapia. No obstante, todos estos mecanismos suelen tomar meses o años, son costosos y con frecuencia no logran hacer que el cónyuge cumpla con sus promesas de amor.

Ahora bien, si la información que los candidatos revelan durante la campaña no tiene ninguna utilidad, ¿cómo se puede votar racionalmente? Diría que existen tres tipos de información que pronostican relativamente bien lo que sería el gobierno de un candidato.

Primero, está la información que surge no intencionalmente durante la campaña. Aquí entra todo aquello que no hace parte de la estrategia promocional del candidato; por ejemplo, los silencios respecto a temas específicos, las salidas de libreto en entrevistas y debates o las visitas no públicas a lugares y personas. Esta información, aunque suele ser más fragmentada y sutil, sí es representativa de las verdaderas intenciones y prioridades del candidato.

Segundo, está la información fuera de la campaña. Aunque los políticos, de una u otra forma, siempre están en campaña, su actuación fuera del periodo electoral suele ser algo más diciente de sus verdaderos atributos que aquella en días de elecciones. Regularidades en su actuar previo a la campaña, por ejemplo, las políticas que promovió o apoyó, el manejo que le dio a presupuestos y las alianzas que tuvo en el pasado suelen indicar el tipo de prácticas que el candidato realmente llevará a cabo al ser gobernante. Esto es particularmente diciente para personas que han tenido una larga carrera política.

Finalmente, hay información que no habla de las preferencias de los candidatos, pero sí de su capacidad para llevar a cabo su agenda. Lo que un gobernante hace suele ser más el resultado de lo que el sistema le permite que el resultado de lo que él quiere. En esa medida, saber qué tanto apoyo tiene, y en qué esferas de la sociedad lo tiene, es bastante útil para inferir qué tipo de cosas puede llegar a hacer una vez llegue al poder. Ante escenarios en los que los candidatos tienen preferencias parecidas a las de uno, lo ideal es elegir aquel con mayor capital político, así podrá implementar las políticas que a uno le gustan. Sin embargo, en escenarios en los que los candidatos se alejan de las preferencias de uno, es mejor elegir aquel con menor capital político para que tenga una menor capacidad para llevar a cabo su agenda una vez en el poder.

Entonces, creo que un voto más racional no es el de aquel que lista las mil y una propuestas del candidato de su preferencia. Todo lo contrario, ese es el voto más ingenuo, porque no hace más que construir una falsa sensación de validez en sus propios sesgos a partir de información irrelevante. El voto más racional es el de la persona que se basa en los patrones de comportamiento no electoral del candidato y la estimación de la magnitud y composición del capital político que el candidato tiene 

Javier Mejía Cubillos

Si quiere más información:

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