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Querida Velia Vidal, niña Velia, seño, mi negra preciosa, ¿cómo nombrarte en esta columna, que es una carta para ti, pero a la vez una provocación para que otros te lean? Recibí tu libro, “Aguas de estuario” la semana pasada, tan bonito, Laguna Libros acierta al publicarte. Antes de acostarme en la hamaca para leer tus cartas, empecé a probarlas aquí y allá como si fueran un tarrito de arequipe. Casi me da un coma diabético, se me iba yendo la mano en el desorden, pero es que, cosa extraña, no podía leerlo desde la primera página hasta la última, pero tampoco quería parar.
Que lleguen cartas en estos tiempos es muy lindo, más si se publican, las cartas dicen mucho del alma de los seres humanos y escribirlas, como tú dices, es contarse la propia vida en otro tono. Las cartas son mi género favorito, porque suelen ser transparentes y espontáneas y uno no sabe a dónde irán a parar.
Las tuyas empiezan en 2015, en mayo, cuando decides regresar a Bahía Solano con tu marido y tus gatas, a “vivir el sueño mientras lo hacemos”, esa frase es preciosa. Medellín ya no te decía mucho, “no puedo estar donde esté aburrida, hay que hacer cosas todos los días para estar felices y tranquilos”. Muchas personas se quedan en el mismo lugar haciendo un hoyo de amargura, no hacen nada para salir, como si se les olvidara que la existencia es cortísima y uno no puede levantarse todos los días sintiéndose infeliz.
Así que regresas, después de 15 años, a tu Chocó amado, vuelves a conocer nuevos paisajes “de esta tierra tan mía pero que me falta tanto por conocer. El río Baudó y sus aguas que me parecieron enigmáticas, la inmensidad de los manglares de Pizarro. También la soledad de las veredas que se han ido quedando solas por la presión de los grupos armados”.
Lentamente, tu sentido de la vida se aclara, tu proyecto cultural, Motete, empieza a tomar forma, y en él confirmas que lo mejor que puedes hacer es trabajar todos los días por la promoción de lectura para llegar a más niños. Luego llega Flecho (Fiesta de la Lectura y la Escritura del Chocó) y me haces recordar esa primera edición en 2018, las aguas del Atrato, los niños felices, los libros y la selva como una metáfora de los sueños.
Querida Velia, gracias por dejarnos leer otro Chocó en estas cartas, otras vidas, muchas esperanzas, algunas tristezas. ¿De qué otra forma puede comentarse un libro de cartas?, pues con estas palabras, donde lo más importante es el abrazo que te dejo en el estuario de tu corazón.