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Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co

La trivialidad de nuestra importancia: tendencias, likes y pasatiempos

Las guerras, el ruido y el silencio me han demostrado que nuestra consideración no conoce la virtud de la persistencia y que el interés que en redes se demuestra tiene más de superficial que de genuino.

24 de noviembre de 2023
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Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co

Fugaz e intrascendente, la importancia otorgada a un hecho durante un tiempo determinado contrasta notablemente con el silencio que se impone cuando nos hemos gastado en unas pocas semanas, a veces días, el interés disfrazado de preocupación que nos generaban ciertas realidades. Imaginemos que estalla una guerra. Lo usual es que el hecho ocurra y siga ocurriendo y, de forma casi inmediata, paralela y simultánea, un vuelco de opiniones, una marea de reflexiones y un amasijo de ideas bordeen lo sucedido. Luego, silencio. El hecho ocurre, todos hacemos ruido y, cuando el entusiasmo de la indignación desaparece, concluimos el periodo con un silencio repetido y familiar. Pienso en el conflicto entre Israel y Palestina. Pienso también en la guerra entre Rusia y Ucrania. Pienso en los conflictos africanos sobre los que recae no solo un silencio mordaz, sino un desconocimiento indiferente: Congo, Sudán del Sur, Chad, Somalia. Pienso en la violencia de nuestro país.

A veces tengo la impresión de que este juego, que hace del dolor y la muerte una tendencia, es solo eso: un juego y una tendencia. El juego consiste en intentar cubrir un hecho, prorrumpir opiniones, dar likes, compartir fotos, hacer comentarios, tomar posturas, mostrarse indignado y, luego, conforme se ha llegado a la curva de la importancia, a la cúspide de la tendencia, apelar al silencio con disimulo, al comprobar que las guerras, a pesar de los días y las semanas, no se han detenido y que su prolongación es mayor a la de nuestro trivial interés.

Hace casi medio siglo, cuando no existían siquiera redes sociales, la filósofa Susan Sontag publicó un conjunto de ensayos titulado Sobre la fotografía en el que sostiene sagazmente que la exposición a imágenes de personas sufriendo “no necesariamente fortifican la conciencia ni la capacidad de compasión. También pueden corromperla” ¿Por qué? Porque “las imágenes pasman. Las imágenes anestesian.” Si acaso queremos ser justos, el problema no son las fotografías. Es la “exposición repetida” que termina por adormecer nuestras respuestas: “el impacto ante las atrocidades fotografiadas se desgasta con la repetición.” Dice Sontag.

En cualquier momento otras tragedias ocurrirán y será entonces la oportunidad perfecta de repetir el ciclo: opinar, comentar, likes, compartir. Lo que llama mi atención de este círculo es la aparente importancia que los hechos generan en un principio y el profundo silencio que sobre los mismos hechos recae en un final. Primero, una consideración enorme. Luego, su subsiguiente y predecible evaporación. Creía que tanta es la consideración que al principio recae sobre los más tristes hechos que una atención cuidadosa se prolongaría en el tiempo. Las guerras, el ruido y el silencio me han demostrado que nuestra consideración no conoce la virtud de la persistencia y que el interés que en redes se demuestra tiene más de superficial que de genuino. La saturación encubierta de preocupación hace familiar el sufrimiento, convirtiendo la guerra en una tendencia y la muerte en un pasatiempo.

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