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El 2020 tuvo un inicio geopolítico de vértigo con el centro de todas las angustias en Medio Oriente. El bombardeo de drones estadounidenses que acabó con el general Qasem Soleimani se definía como el punto de partida de una nueva etapa de tensión entre Occidente e Irán, una potencia nuclear a la que Washington y Europa intentan aplacar desde hace décadas. Pero el tira y afloje, entre escaramuzas y bombardeos, declaraciones formales y tuits irresponsables, pasó a un segundo plano con la caída de un avión de pasajeros cerca a Teherán y el tardío reconocimiento del gobierno iraní de que el pavoroso accidente que acabó con la vida de 176 personas fue causado por un misil de su Guardia Revolucionaria que confundió a la aeronave con un avión de combate enemigo. La tragedia y las torpes explicaciones de la teocracia lo han cambiado todo.
Los gritos de inicios de enero que pedían muerte a América se han opacado por marchas estudiantiles iraníes que exigen al gobierno claridad sobre su actuación. Durante días, el ejecutivo iraní y su ejército aseguraron que la caída del vuelo PS752 de Ukraine International Airlines era producto de una falla mecánica. La revelación de la verdad ha enfurecido al pueblo, y sobre todo, a los más jóvenes.
Las protestas -en su mayoría universitarias- van contra el gobierno iraní y piden que se entreguen los nombres de los responsables de la catástrofe. Empezaron el sábado tímidamente y han ganado tracción con el pasar de los días, lo que pueden transformarse rápidamente en la chispa de un inconformismo mayor.
Estados Unidos, satisfecho por el vuelco que ha tomado esta historia, está dispuesto a darle un empujón a todas aquellas críticas que, desde adentro, desestabilicen al gobierno iraní. Israel, por supuesto, juega en la misma banda y acelerará también cualquier movimiento que haga tambalear a su histórico enemigo.
Dos semanas bastaron para que se agite el tablero de Medio Oriente y es claro que el temblor no cesará pronto. Lo que inició como un conflicto internacional pasó a ser una molestia interna que escala hacia protestas y represión. Las bombas que soltó Occidente tenían otro objetivo, pero este nuevo rumbo que tomó el conflicto no le molesta en lo más mínimo, aún cuando el número de muertos inocentes desde que todo inició ya supera las a dos centenas.