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Columnistas | PUBLICADO EL 12 septiembre 2022

La revolución de la incomodidad

Encontrar la propia identidad, protegerla, promoverla es una revolución magnifica e irreversible.

La revolución de la incomodidad
* Presidente ejecutiva de Proantioquia.
Infográfico

Por María Bibiana Botero C.* - www.proantioquia.org.co

Este escrito tiene unos tintes personales y, más que eso, emocionales sobre lo que representa para mí ser mujer, el feminismo, la voz contraria, incómoda, incisiva, el hacernos camino, hacerles camino a otras mujeres.

Comienzo con unas palabras que me identifican, me retratan. Le pertenecen a otra mujer, a una escritora nigeriana, bella, potente, profunda, estremecedora: Chimamanda Ngozi Adichie. Ella dijo en uno de sus libros: “He decidido no volver a avergonzarme de mi feminidad. Y quiero que me respeten siendo tan femenina como soy. Porque lo merezco. Me gusta la política y la historia, y cuando más feliz soy es cuando estoy teniendo una buena discusión intelectual. Soy femenina. Felizmente femenina”.

En un pasado, que hoy me resulta lejano, subestimé la lucha feminista. Es duro reconocerlo. Hija mayor en una familia con dos hermanos hombres, que estudió dos carreras, disfrutó hasta los huesos convertirse en abogada y politóloga, conseguir calificaciones sobresalientes, cursar maestrías y triunfar en el campo laboral. Los reclamos de las mujeres que pedían por más participación, equidad, igualdad, escucha, oportunidades, derechos, justicia, los sentía como leves susurros. Resulta que no eran susurros, eran gritos, urgentes, posibles, voces valientes, contra la corriente, incómodas. Necesariamente incómodas.

Me declaro guardiana de la palabra incómoda, con el atino con la que la usa, con insistencia y arrojo, la escritora cartagenera Vanessa Rosales, quien estuvo recientemente en Proantioquia.    Una mujer que provoca intensas revisiones, que nos conduce a preguntarnos, con humildad y mirada crítica, sobre los esquemas en los que hemos convivido, hombres y mujeres, previamente prescritos o encasillados: lo masculino como algo superior y trascendente, mientras que lo femenino subalterno, secundario o complementario.

Me gusta el significado que la autora propone de una mujer incómoda: aquella que decide y elige vivir en sus propios términos; se cuestiona, se equivoca, evita sentirse asfixiada por darles gusto a cientos de expectativas, estereotipos, micromachismos. Una mujer que tiene preguntas, tantas que sobrepasan las respuestas. Una que se concibe desde la complejidad y admite en ella múltiples facetas; que entiende la coherencia como una búsqueda permanente, jamás absoluta. Que no se explica, no se define, no permite que la vean solo como la cuota de género que exhibir.

Es probable que, por desafiar moldes y estereotipos, una mujer autónoma, con vehemencia, capacidad, conocimiento para expresar y hacer lo que piensa y desea, esté en constante supervisión, vigilancia. Se vuelva sospechosa. Incomode. La libertad femenina sigue desacomodando porque desafía el poder establecido.

Encontrar la propia identidad, protegerla, promoverla es una revolución magnífica e irreversible. Es cultivar la propia voz, vencer miedos, mientras afuera esperan que sigamos siendo complacientes. Una palabra que es un abismo al que me rehúso a saltar.

Comencé con Chimamanda y finalizó con ella: “La finalidad del feminismo es que llegue el día en que ya no lo necesitemos, que deje de existir”.

Mientras eso ocurre, la revolución de las mujeres incómodas mantendrá su paso 

Proantioquia

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