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La política del amor

Quien lidere a Medellín debe llevarnos a pensar de otra manera, garantizando un nivel de seguridad básica que permita mirarnos sin miedo, con amor y confianza.

24 de mayo de 2023
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Por Natalia Zuluaga Rivera- redaccion@elcolombiano.com.co

Rubén Darío Giraldo llegó con botas pantaneras y esposado al piso 25 de La Alpujarra. Dijo “yo no lo maté, no estaba en la ciudad”. Fui ganándome la confianza de este hombre que sabía que yo era la única que podía ayudarlo. Finalmente, me confesó que había matado al hombre por el que su mujer lo dejó.

Rubén era desplazado del municipio San Luis y, al llegar a Medellín, se asentó en una invasión del Picacho, con su mujer y dos hijos, en una choza de palos y bolsas de plástico. De niño vio cómo grupos armados mataban a su padre y, a los 7 años, la escuela donde estudiaba fue incendiada por la guerrilla. Trabajaba en construcción, no sabía leer ni escribir. Pregunté por qué lo había hecho y respondió “Todo lo bueno que he tenido, la vida misma se ha encargado de arrebatármelo. Mi mujer y mis hijos eran lo único bueno que me quedaba, ese tipo me robó la vida”.

Siempre he indagado acerca de las historias que hay detrás de las personas que defiendo. La respuesta casi siempre es igual: han crecido en entornos complejos donde les ha faltado recibir AMOR.

Me resisto a creer que en Medellín esto siga pasando. El valor social y humano que hay en esta ciudad debería garantizar que cualquier niño que abra la puerta de su “vivienda” tenga la certeza que recibirá amor, buena alimentación, salud y educación de calidad para potenciar sus capacidades y talentos.

Medellín tiene una política pública que concibe el Amor como derecho político, en conexidad con otros (salud, nutrición, familia, vivienda, recreación, participación, educación y vida). “Esta política pública es una de las formas de cambiar las prácticas y los discursos de la intimidación y la violencia. Requiriendo de procesos políticos y culturales, a nivel individual, comunitario e institucional orientados hacia el respeto, la libertad y el reconocimiento de las otredades de los ciudadanos de Medellín”.

Una política pública basada en el respeto y el amor está trazando el camino correcto: una cultura ciudadana que permita cambiar esa herencia de violencia y terror que vivimos en los 90 y que logramos superar entre el 2000 y 2010.

Para el 2000, Medellín era una ciudad inviable. En 1999 teníamos 368 homicidios por cada 100.000 habitantes, hoy la ciudad más violenta debe tener aproximadamente 160 y, para el 2010, estábamos hablando de 30.

Lo logramos por una política diferente basada en intervenciones urbanísticas y arquitectura de alta calidad en los barrios más pobres, por los parques biblioteca, el metro y el metrocable que unió a todas las clases sociales en un vagón y que dinamizaron esa transformación social. Sin embargo, en Medellín siguen existiendo 400 bandas criminales.

Este tejido social que logramos construir no podemos dejar que se rompa por la desconfianza de la gente en esta administración. Quien lidere a Medellín tiene que sacarse de la cabeza que logrará mágicamente un cambio; debe llevarnos a pensar de otra manera, garantizando un nivel de seguridad básica que permita mirarnos sin miedo, con amor y confianza.

El amor como derecho político posibilita la transformación del entorno, la familia, el barrio, la ciudad. Dar amor no es difícil; eliminar la violencia y la intimidación, para trasformar Medellín, es posible. ¡Le apuesto a un líder que quiera unir! A la política del amor, por una Medellín Feliz. .

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