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Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

De la carta a los políticos según Bergoglio

Esta invitación consiste en ejercer la legitimidad de la gente honrada, de modo que como mínimo incomode a los perversos que se valen del poder, la corrupción, las mentiras y los enredos.

hace 4 horas
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  • De la carta a los políticos según Bergoglio

Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Jorge Bergoglio habló de política. Lo hizo convencido de que el servicio público mejoraba las condiciones de vida. Hay vocaciones espontáneas, entre ellas la de servir, un impulso o en el más deseable de los casos, una necesidad irrefutable de hacer cosas beneficiosas. Un escenario propio para ayudar es el de lo público. Su santidad, conocía la indiferencia de respetados ciudadanos que prefieren otra obligación, antes que exponerse y ser elegidos, como en el libro de Álvaro Salom Becerra (1922- 1987) titulado, “Al pueblo nunca le toca”, representados por Baltazar, un liberal intolerante, dogmático y arbitrario, y Casiano, “un conservador que amaba el orden pese a que era profundamente desordenado”. Todos los días, peleaban por sus partidos, pero en cada elección, delegaban lo público evitando esfuerzos. Así nos hemos vuelto, preferimos ayudar de lejitos, desde una fundación o un servicio social, antes que desde la burocracia gubernamental, reservando el manejo del erario a caciques, mandamases y gamonales que no sueltan.

Francisco rompió la máxima de no hablar de política y menos desde el púlpito. Ante la pregunta de un italiano en una de sus audiencias sobre cómo hacerse más parecido a Jesús, no vaciló en responder: “Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano. Nosotros no podemos jugar a ser Pilatos y lavarnos las manos. Debemos involucrarnos en la política, porque la política es una de las formas más altas de caridad, porque busca el bien común”. El pontífice planteó la vocación de ayudar, pero en el escenario más inesperado, viniendo de un religioso, dijo que no le hagamos el quite a lo público.

Continuó ampliando el contexto y se adelantó a las excusas ligeras de muchos: “Los laicos cristianos deben trabajar en política. Alguno me dirá: ¡pero no es fácil! Bueno, tampoco es fácil ser sacerdote. No son cosas fáciles, porque la vida no es fácil. La política es muy sucia, pero yo me pregunto: ¿está sucia por qué?, ¿por qué el cristiano no se involucra en ella con espíritu evangélico? Es una pregunta que yo (francisco) me hago”. Esta invitación, consiste en ejercer la legitimidad de la gente honrada de modo que como mínimo incomode a los perversos que se valen del poder, la corrupción, las mentiras y los enredos. En cuanto al reniego diario de los quejosos por el gobierno de turno, advirtió: “Es fácil decir, ¡la culpa es de los otros! Pero ¿yo qué hago? ¡Es un deber!, trabajar por el bien común, es un deber para un cristiano. Y muchas veces el camino para trabajar es la política”.

La sugerencia del papa Francisco, invita a mermarle a la gazapera, a criticar menos y a incidir. En serio, dejemos de reenviarnos memes y amargarnos por lo que dijo, se hizo o no. Falta poco, más bien dispongámonos con actitud reparatoria y propositiva, participemos más allá del voto. Que los buenos y competentes ocupen lo público antes que los malintencionados lo coopten y lo perpetúen.

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