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El tema es sensible, en la lucha contra la pandemia se sienten damnificados jóvenes y viejos por diferentes razones. El confinamiento está perturbando la educación de jóvenes y niños y es especialmente difícil de llevar por los adultos jóvenes, por el momento en que están en su ciclo de vida. Los que trabajan, que no son todos, están en riesgo de perder sus empleos, si es que no lo perdieron ya. Muchos de ellos estaban enganchados en los sectores de servicios (restaurantes, turismo, entretenimiento), los grandes perdedores en la crisis económica.
De otro lado, los viejos se sienten discriminados. En nombre de protegerlos, de forma súbita se les ha declarado sujetos de riesgo por su fragilidad. Columnistas muy conocidos (Daniel Samper, Florence Thomas, entre otros) protestan de forma vehemente por el trato que han recibido los adultos mayores en medio de la lucha contra la pandemia. Muchos de ellos llevaban una vida plena y de repente se les niega la capacidad de asumir las riendas de esta.
En Colombia no hay la animosidad en el debate público que se da en otras partes. Hay voces que incluso expresan que en la lucha contra la enfermedad no tiene sentido sacrificar a los jóvenes por salvar a los viejos. Hay en eso un tinte de lucha soterrada entre jóvenes y viejos. Tal es el caso por ejemplo del filósofo francés André Compte-Sponville, de 68 años, quien se muestra muy preocupado por los jóvenes, en medio de su lucha contra el confinamiento, ya que para él van a ser los más damnificados por la crisis por el alto tributo que van a tener que pagar. Sacrificar a los jóvenes por la salud de los viejos es una aberración, “y me dan ganas de llorar”, concluye el filósofo en su entrevista a Le Temps (17 de abril de 2020).
Hay que reconocer que es cierto que los jóvenes saldrán muy golpeados de las cuarentenas que se han popularizado como el instrumento de política para enfrentar la pandemia. A medida que se conozca la verdadera magnitud de los estragos que está causando la parada súbita de la economía se podrán afinar los balances de ganadores y perdedores, pero se tiene certeza de que el desempleo siempre es más elevado para las mujeres y los jóvenes por su falta de experiencia. Un rasgo muy complicado que se acentúa en un momento difícil en el que el mercado no está generando empleo.
A pesar de esto, hay que darles un gran valor a las opciones de política pública que se tomaron en Colombia para enfrentar la pandemia. Al impedir la libre circulación del virus como sociedad se decidió que todos, viejos y jóvenes, estábamos en esa lucha. Se ha optado por defender la vida humana y una sociedad decente se reconoce por el lugar que se concede a esta última; en eso se está mejor hoy, y eso que en Colombia no siempre estamos a la altura de los ideales.
La pandemia desnudó el insoportable hedonismo de las sociedades occidentales que proscriben la enfermedad, la vejez y la muerte; al tiempo, de forma paradójica, da la oportunidad de superarlo si se afianzan los lazos entre jóvenes y viejos. Se podrá llorar entonces, pero de alegría en el reencuentro.