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Columnistas | PUBLICADO EL 20 abril 2022

La jaula de los locos

Hasta los más intransigentes seguidores de Petro están atónitos con sus temerarias propuestas. Sobre todo, porque tienen el aval de unos compadres “uñilargos”.

Por Alberto Velásquez Martínez - redaccion@elcolombiano.com.co

Goyeneche fue un personaje en los años sesenta del siglo XX que aspiró a la presidencia de la República formulando toda clase de propuestas entre insólitas y pintorescas, propias de un chiflado. El eje de su delirante idea fue secar el lecho del río Magdalena, para pavimentarlo. Sería la gran arteria, ya no fluvial, sino carreteable, que uniría al país de sur a norte. Estaba deschavetado.

Petro lo está superando con sus absurdos. Cada día desvaría más. Propuso un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla. No habló ni del costo de la obra, ni de los impactos ambientales, y menos de su financiación. Acaba de pedir un perdón social para vaciar las cárceles de los corruptos condenados por sus delitos. ¿Aspiraba a que se les indulte como él fue indultado? ¿O acaso pactar un proyecto legislativo de reforma a la Justicia con los delincuentes que desde allí siguen ejerciendo poder electoral? Una propuesta equivalente a un puñetazo en la cara al Estado y al ciudadano correcto que obra con pulcritud en su vida social. Después quiso borrar la metida de patas acusando a sus opositores de tenderle trampas. A él, que no sabe de ardides. Para explicar sus paradojas, su compadre, el novelista Gustavo Bolívar, lo calificó de adelantado a su tiempo, un visionario al que Colombia no comprende. Creen que todos los colombianos son caídos del zarzo.

Colombia lo que necesita no es perdón social, sino sanción social para delincuentes de todos los pelambres. Y, sumada a esta, la sanción penal, aplicando con máximo rigor los castigos consagrados en los códigos. Evitar que las rabulerías hagan prescribir las penas de delitos que, como los de corrupción, son las cerezas para adornar el bizcocho de la impunidad. Esa impunidad que llega a proporciones escandalosas, facilitadas por un sistema judicial en estado crítico.

Hasta los más intransigentes seguidores de Petro están atónitos con sus temerarias propuestas. Sobre todo, porque tienen el aval de unos compadres “uñilargos”, condenados por corrupción en el abuso de sus funciones públicas. No le faltaba sino al candidato populista ofrecerle gabelas amorales a un país atacado de inmoralidad por sus cuatro costados. Los únicos que se ofrecieron como jefes de debate para secundar la temeraria propuesta de Petro fueron algunos condenados en las cárceles que alborozadamente pidieron darle su voto. Dios los cría y el diablo los junta.

¿Este es el personaje que aspira a gobernar a Colombia? ¿Un candidato lleno de contradicciones que lanza propuestas como globos al aire para ver dónde caen? ¿Y que cuando intenta explicar lo inexplicable le pasa lo de la mula metida en el lodazal, que mientras más patea para salir, más se hunde?

El debate electoral tiene pasajes y actores de locura. Pareciera que la jaula de los locos hubiera abierto sus puertas para que salieran no pocos orates a aspirar a la Casa de Nariño  

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