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Columnistas | PUBLICADO EL 19 diciembre 2021

La hora del coraje

Por David Escobar Arango* david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“El viejo mundo está muriendo, el nuevo demora en nacer y, en ese claroscuro, surgen los monstruos”, se lee en una obra de la exposición Lamento de las imágenes, del artista chileno Alfredo Jaar para la bienal de São Paulo. La foto me la manda un amigo que lleva toda la vida luchando contra algunos monstruos modernos: la corrupción, la desigualdad, el desencanto y la desconfianza. Ahora que vemos a empresarios valientes que defienden la empresa y su rol social y a organizaciones ciudadanas que hacen una tarea titánica ante un poder político que desprecia las instituciones y vulnera lo público, no hay quizás una virtud más importante que el coraje, la virtud transversal que convoca a todas las demás. “Ante la fealdad del mundo, el coraje es bello. Permite que existan todas las cosas bellas”, escribe Ryan Holiday, el autor del libro Courage is calling, que repaso para escribirte esta mañana. ¿Conversamos sobre la urgente necesidad del coraje, la primera de las cuatro virtudes cardinales del mundo antiguo?

Su etimología está vinculada a la antigua palabra indoeuropea kerd (ocultar, cubrir), de donde viene también corazón. Ese órgano oculto en nuestro pecho que solo se expone al resto del mundo a través de nuestras más bellas acciones. La mejor definición de coraje es que es aquella fuerza que se opone al miedo. Siempre lo vamos a necesitar porque la vida es una batalla contra el miedo; no se trata de negarlo, sino de aprender a superarlo, para después hacer lo correcto. Holiday cita esta bella oración hebrea para explicarlo: “El mundo es un puente estrecho, lo importante es no tener miedo”.

Los momentos verdaderamente relevantes de la vida suceden cuando uno deja de poner su seguridad personal por encima de todo. Para ello, debemos sobreponernos al biológico instinto de supervivencia, al impulso de proteger nuestros bienes y reputación, al temor a desagradar. Necesitamos coraje para afrontar la adversidad, reconocer nuestras limitaciones con humildad y actuar en consecuencia. “No hay gloria sin peligro”, cito de memoria a Séneca cuando siento susto ante la incertidumbre de una decisión importante. Lo que parece un precipicio podría ser en realidad una plataforma para comenzar el vuelo.

El coraje, por supuesto, debe servir para algo. Su primera utilidad es interior porque constituye, esencialmente, una victoria personal. Además, se asume con el fin de generar cambios, pero no debemos temer comenzar solos, porque es contagioso: cuando un líder lo encarna, moviliza a muchos. “Una persona con coraje constituye mayoría”, dice un adagio popular.

No es lo mismo, en todo caso, tener coraje que ser imprudente o temerario. Algunos usan el término para disfrazar su falta de conocimiento, su megalomanía o lo injusto de sus causas. “El coraje”, dice Holiday, “debe compensarse con otra virtud igual de importante, la moderación”, y cita por ahí un librito que te recomiendo, la biografía que Zweig escribió de Magallanes, el gran navegante; sin duda, un hombre valiente: “Sus planes más atrevidos fueron, como el buen acero, forjados en fuego y templados en hielo”. Además, el martirio queda bien en los libros de historia, pero la idea es actuar y seguir prestando el servicio que nos corresponde.

Hagamos la tertulia inspirados en una idea y en una experiencia musicales, ya sabemos que la música nos salva. Leamos a Steven Pressfield: “Las virtudes son como la música. Vibran en un tono elevado y noble”. Después, animemos nuestro espíritu con la bellísima y antigua canción francesa, de la época de las cruzadas, “Cantaré por mi coraje”: “Cantaré para mi corazón / lo quiero reconfortar / porque a pesar de mi profundo dolor / no quiero morir ni enloquecer [...]” 

* Director de Comfama.

David Escobar Arango

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