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Columnistas | PUBLICADO EL 09 mayo 2021

LA FIESTA DE LAS BALAS

Por JUAN JOSÉ HOYOSredaccion@elcolombiano.com.co

La noche del 2 de mayo, Nicolás Guerrero, un joven artista de 22 años que vivía en Cali, recibió un disparo de revólver en la cabeza hecho por agentes de la Policía Nacional, mientras ayudaba a socorrer a varios heridos en las protestas del paro nacional que empezó el 28 de abril.

La noche del 3 de mayo, Kevin Antonio Agudelo, un estudiante universitario de 22 años, asistía a una reunión para encender velas en memoria de sus compañeros muertos en los disturbios. Según su padre, un policía mató al muchacho con un disparo de fusil.

Esa misma noche, en Cali, varias decenas de policías agredieron y dispararon sus armas contra un grupo de defensores de derechos humanos –acompañados por funcionarios de la ONU– que verificaban la situación de varios detenidos en una estación de policía. “Nos rodearon, nos pegaron, a mí me tiran al suelo... Sentí miedo, temí por mi vida”, dijo una de las integrantes de la comisión. “Nos iban a matar. Hubo disparos al piso, al aire... Al final, fuimos socorridos por los vecinos. Un agente nos ayudó a huir”.

El 5 de mayo, en la madrugada, un helicóptero artillado arrojó gases y balas sobre un barrio de Buga para disolver varios focos de protestas.

Por la noche, Lucas Villa, un estudiante de Ciencias del Deporte de la Universidad Tecnológica de Pereira, estaba con sus compañeros en el viaducto que comunica a Pereira con el municipio de Dosquebradas. Durante el día había participado con entusiasmo en una marcha pacífica que recorrió la ciudad. Un vehículo gris con personas vestidas de civil se acercó al grupo. Después de un corto diálogo, se escucharon siete disparos. Lucas recibió la mayoría de las balas. Este fin de semana se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Pereira.

Estos son algunos de los sangrientos episodios que millones de colombianos contemplamos durante toda la semana en las pantallas de los teléfonos celulares, en los computadores y en los noticieros de televisión. También en los periódicos. En su edición del 5 de mayo, The New York Times describió los hechos de manera contundente: “La policía de Colombia responde a las protestas con balas y hay más muertos”.

“Un adolescente asesinado a tiros después de patear a un oficial de policía. Un joven sangrando en la calle mientras los manifestantes gritan pidiendo ayuda. Agentes de la policía disparando contra manifestantes desarmados. Helicópteros sobrevolando en lo alto, tanques recorriendo los vecindarios, explosiones resonando en las calles. Una madre llorando por su hijo”: así relata el periódico las escenas que vieron sus corresponsales en las calles de las ciudades de Colombia.

Las protestas han dejado unas 26 personas muertas ―un policía y 25 civiles― y más de 800 heridos ―muchos de ellos, policías. Con excepción de un oficial de la Policía asesinado en Soacha por delincuentes, los muertos son todos manifestantes. La organización Rutas del Conflicto ha registrado al menos 35 víctimas mortales, en su mayoría jóvenes estudiantes y trabajadores entre los 17 y los 26 años. Otras organizaciones de derechos humanos informaron que se han presentado 37 homicidios, 1.708 casos de violencia policial, 831 detenciones arbitrarias, 222 víctimas de violencia física, 22 víctimas de agresiones dirigidas a los ojos, 110 casos de disparos de arma de fuego y 10 víctimas de violencia sexual.

La Coalición de la Esperanza le recordó al presidente los nombres de más de estos 30 jóvenes que han perdido la vida durante las protestas y pidió su compromiso para investigar cada una de estas muertes.

Es muy difícil sentarse a dialogar con un gobierno que tolera que por la noche estén matando a la gente que protesta y de día está convocando a un diálogo nacional

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