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El calor que hemos experimentado este año, tanto en Medellín como en el resto del mundo, no es normal. Y eso que aún estamos a la espera de que el fenómeno de El Niño llegue a su máxima intensidad.
Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com
“Lo primero que llama la atención es la luz. Todo está inundado de luz. De claridad. De sol (...) El avión nos arrebata violentamente del frío glacial y la nieve para lanzarnos, el mismo día, al abismo candente del trópico. De pronto, cuando apenas nos hemos restregado los ojos, nos hallamos en el centro de un infierno húmedo. Enseguida empezamos a sudar”.
Así relata Ryszard Kapuściński su primera impresión de Ghana al comienzo de su libro “Ébano”, una de las mejores descripciones que he leído recientemente sobre lo agobiante que puede llegar a ser el calor. Durante los últimas días, con el clima que ha hecho en Medellín, me he identificado con ella.
El calor me da malgenio. No me deja dormir bien. No me deja pensar. Cada vez que salgo a caminar al sol siento como “del cielo cae un plomo incandescente que me clava al asfalto”. Un calor que me “golpea la cabeza como un martillo de herrero”. Un calor que valoriza la sombra como el bien más preciado.
Me imagino que no soy el único que se siente desesperado con este verano que se niega a abandonar la “ciudad de la eterna primavera”. Sin embargo, con mucho pesar, viendo la tendencia mundial, creo que lo mejor es que nos vayamos acostumbrando a él.
De acuerdo con los datos del Climate Change Institute de la Universidad de Maine, el pasado 3 de julio la temperatura promedio global superó los 17°C, un registro nunca antes vez. Al otro día, el 4 de julio, se registró una temperatura promedio de 17,2°C, un nuevo récord que estuvo en pie 48 horas antes de ser superado por la temperatura vista el 6 de julio. Después de no haberse roto el récord desde 2016, en tan solo una semana de este año se estableció en tres ocasiones diferentes una nueva marca para la temperatura global más alta jamás registrada.
Según datos satelitales del National Snow and Ice Data Centre, el 12 de junio de este año, el hielo marino en la Antártida cubría apenas 10,7 millones de km2, lo que representa un déficit de 1,15 millones de km2 con respecto al récord mínimo previo para esa fecha, una diferencia que representa un área un poco más grande que la superficie de Colombia. Nada más.
Normalmente, las temperaturas oceánicas alcanzan su punto máximo en marzo y se enfrían gradualmente hasta junio o julio. Sin embargo, este año la disminución nunca llegó: las temperaturas de la superficie del mar en julio estuvieron alrededor de 0,25°C por encima de sus registros diarios anteriores para ese mes.
El calor que hemos experimentado este año, tanto en Medellín como en el resto del mundo, no es normal. Y eso que aún estamos a la espera de que el fenómeno de El Niño llegue a su máxima intensidad. La tendencia parece ser irreversible: cada década desde 1980 ha sido considerablemente más calurosa que la que la precedió. Los años 2020 serán más cálidos que los 2010, pero los años 2030 serán aún más calientes que los que estamos viendo ahora.
Quizás llegó el momento de dejar a un lado el orgullo de ser conocidos como la “ciudad de la eterna primavera” y, más bien, empezar a considerar la posibilidad de invertir en un aire acondicionado.