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Columnistas | PUBLICADO EL 09 septiembre 2020

La Cosa Nostra

Por ana Cristina Restrepo J.redaccion@elcolombiano.com.co

Son cómplices de un entramado de lealtades familiares, de amistades portadoras de favores pendientes. El libreto de Iván Duque y sus “Goodfellas” oscila entre la improvisación de los actores de Scorsese, la veneración al capo de Coppola y la obediencia del burócrata de “Eichmann en Jerusalén”, de Hanna Arendt:

Andrés Stapper: el director de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización lideró el que podría ser el único caso mundial de acompañamiento institucional de un desplazamiento forzado. Con el traslado de un centenar de personas desde Santa Lucía (Ituango) a Mutatá, el Gobierno aceptó su incapacidad para garantizar la seguridad de los excombatientes. Después de casi dos meses en Mutatá, los desplazados no cuentan ni siquiera con viviendas temporales.

Francisco Santos, embajador en Washington: en su respuesta a las acusaciones que le hizo Salvatore Mancuso, se refiere a “sus adversarios criminales que no han entregado ni verdad ni reparación ni un día de cárcel”. Ataca al Sistema de verdad, justicia, reparación y no repetición, solo para instalar ante la Casa Blanca la idea del proceso de paz como fracaso.

Emilio Archila, consejero presidencial para la estabilización y la consolidación: la Jurisdicción Especial para la Paz pidió al Departamento administrativo de la presidencia, el Alto comisionado para la paz y la Consejería de Archila, una información relacionada con los procesos territoriales de reincorporación y las garantías de seguridad de los excombatientes. Ante el requerimiento, la Consejería le solicitó a la JEP que identificara “cuáles son las denominadas Nuevas Áreas de Reincorporación (NAR)”, puesto que son “espacios que desconoce la Consejería Presidencial para la Estabilización y la Consolidación”. Si los encargados de la implementación dicen “desconocer” las NAR, ¿cómo se supone que garantizan la seguridad de quienes trabajan por reintegrarse a la civilidad? ¡Hay registros que evidencian que más del 50 % de los desmovilizados asesinados estaban en setenta municipios que corresponden a las NAR!

“Luigi”, amigo del Presidente: en una carta dirigida a Javier Moreno, director de El País de España, condenó la publicación de una entrevista a Iván Cepeda, un senador elegido democráticamente. No solo proyectó a Colombia como una republiqueta censuradora y aldeana, sino que aprovechó para reiterar la retahíla del Corleone local: “No es democrático darles vitrina mediática a las fuerzas parlamentarias del narcoterrorismo”. Echeverri se niega a entender que se negocia con el oponente. En Gran Bretaña, por ejemplo, medios con el prestigio de la BBC entrevistaban a “terroristas” como Martin McGuinness, antiguo comandante del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Hasta la reina Isabel II estrechó su mano con un propósito superior: ¡detener el baño de sangre!

¿Y Duque? Callado.

El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz, recién confirmó que en 2020 se han registrado 53 masacres en Colombia.

Pero no bastan la concentración de poder en el Ejecutivo que advierte Transparencia Internacional ni la ineptitud como materialización de la maldad del gobierno Duque. Necesitan una narrativa para nutrirse: “las nuevas Farc”.

Farc es un partido político, desmovilizado en una negociación. Las disidencias que violaron los Acuerdos son delincuentes y tienen que ser perseguidas con toda la fuerza del Estado.

“Las nuevas Farc” no existen, solo son la munición de un discurso agonizante. Sin conflicto armado, el uribismo desaparece... y la Cosa Nostra criolla pasa a ser el capítulo oscuro de un libro de Historia.

Ana Cristina Restrepo Jiménez

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