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Columnistas | PUBLICADO EL 13 marzo 2023

La consentida

Quienes estuvieron a su lado dicen que era más colombiana que nosotros y que su legado es un elogio a la vida simple, al valor de lo cotidiano como algo heroico, a la consciencia de la finitud de la existencia.

Por María Bibiana Botero Carrera* - www.proantioquia.org.co

Me paré, en modo contemplación, miré de frente a ese hermoso guayacán: florecido, amarillo, con un cielo azul profundo y vibrante, de esos primaverales que Medellín suele regalarnos. En el suelo sus hojas caídas, un par de zapatos, una banca y un chal. Todos amarillos. A esa escena de fascinación la acompaña una mujer. Es Ethel Gilmour, una artista estadounidense que vivió en nuestro país cerca de cuatro décadas y compartió el amor con un hombre antioqueño. Su talento y legado están hoy bajo custodia de los Museos de Antioquia y Arte Moderno de Medellín.

El pueblo y el guayacán es la obra que les describo. Y me quedo corta. Esta pintura, acompañada de una instalación conmovedora y una serie de cuadros que retratan, desde unas plantas sembradas en un tarro de galletas de metal, hasta la fuerza de uno de nuestros pueblos que emerge entre las montañas, fue una de sus cientos de creaciones.

Reconozco que llego tarde a su encuentro. Han sido años en los que me perdí la historia de esta mujer, la dulzura de su carácter y la lucidez que refleja su obra. Ethel murió en 2008 en Medellín. Quienes estuvieron a su lado dicen que era más colombiana que nosotros y que su legado es un elogio a la vida simple, al valor de lo cotidiano como algo heroico, a la consciencia de la finitud de la existencia, a su genuino interés en los problemas sociales y el retrato de nuestras épocas más violentas.

La crítica fue dura con ella. De acuerdo con Camilo Castaño, uno de los curadores del Museo de Antioquia, su obra fue calificada como una pintura de “señoras”.

¿Cuál es el problema de qué sea una obra de “señoras”? Ese tono despectivo, rodeado de altanería y sesgo es el escenario al que nos enfrentamos a diario las mujeres. Unas con más hostilidad que otras. De acuerdo con Naciones Unidas, al ritmo del progreso actual, nos tomará cerca de 300 años conseguir la plena igualdad de género en el mundo.

El pasado 8 de marzo, día en el que se conmemoran los derechos y libertades de las mujeres, estuve de nuevo, por casualidad o suerte, en frente del pueblo y el guayacán. Ver esa obra es honrar a una mujer que pintó y se vistió de primavera en una ciudad sin estaciones y que, con su arte de “señoras”, nos abrió nuevos caminos y posibilidades.

La exuberancia y protagonismo que les da a sus guayacanes están para recordarnos que debemos defender partes importantes de nuestra identidad, reconocer errores, reafirmar lo que somos y descubrir lo qué queremos ser.

Estas palabras que comparto vienen desde un corazón desprevenido y poco conocedor del arte, de una ciudadana de a pie. La mirada de Ethel nos permite entender el mundo desde lo femenino. Es sensibilidad con el dolor y lo bello.

Es fácil comprender por qué el Museo de Antioquia se refiere a la obra de Ethel Gilmour como La consentida. Colombia debería conocer su obra..

*Presidenta Ejecutiva Proantioquia

María Bibiana Botero C.

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